viernes, 26 de febrero de 2010

Poemania Nº 87 - Guillermo Pilía

POEMANÍA

la manía del poema…

Hoja literaria de aparición virtual

Nº 87/2007





“Lo que denominamos poesía no nació

como deleite sino como instrumento.

Toda la historia ulterior de la poesía

será la historia de los cambios

de uso y de destino de ese

instrumento...”

Georges Mounin





Poeta invitado: GUILLERMO PILÍA (*)



Niebla


Hay sobre la madrugada un vidrio opaco:

caminamos a tientas, en lo ambiguo

entre la tierra y el cielo: así creemos

que caminan también nuestros difuntos.



Quizás se esparcirá también la niebla

sobre campos y canales, contra el muro

verdinoso de la infancia,

entre los juguetes y el incienso de Rimbaud.



Es este humo de Dios como una llaga

que se percibe apenas con dolor: la pupila turbia

del milagro evangélico, quizás

un ojo lisiado de la mañana y de la vida.



Luna de Alexis


Ha cambiado la calle: en otro tiempo

la noche era aquí más selvática: oscilaba

en la esquina un farol con el viento

del verano, grillos y ranas presagiaban tormenta

y venía del fondo de lo oscuro

un perfume profundo de quintas y de albahaca.



Pero allá sobre las casas, en la linde del cielo,

los mismos árboles refrescaban la atmósfera:

los tilos olorosos de noviembre, los pinos y cipreses,

los eucaliptos balsámicos: de aquellas

maderas inmortales brotaba a veces esta luna

que mi hilo contempla con mis ojos de asombro.





Caballo de Guernica /22


Días de seca prosa, tan lejanos

al látigo del verso. Un murmullo bastaba

a quebrar nuestros labios.



El mundo resonaba en voz muy baja,

como nos hablan tácitos los muertos.



La añoranza de un canto

a veces nos sacude el corazón

como trapo con viento.





Caballo de Guernica /52



Cae la tarde, el perdón, una niebla

suburbana. Tu pena es solidaria

con el dolor de todo lo que nace.



Es sencillo tu mal:

crece como la barba y el cabello,

como malezas de un bosque difunto.



La boca abierta a las estrellas,

lloras como el caballo de Guernica.









Sonidos como peces



Busco a veces con mi dedo un idioma

como el ladrón de tumbas busca el óbolo

en las bocas selladas de los muertos.



Pasa de labio en labio el alcanfor,

una brizna de hierba, un sustantivo

ruinoso y obsoleto:



la leche, una sortija, el pan y el vino,

una carne cubierta por las moscas,

las lluvias de Valdivia o Grazalema.



Arrojo al agua un anillo precioso.

Y sólo de tanto en tanto recojo

sonidos encarnados, como peces.





Mi casa y mis palabras


Me empecino en leer con ojos limpios

los frutos de otras vidas: sólo voces

sin ilación, sólo ajeno lenguaje.



Lo que otro amó, yo lo odié; lo que odiaron

fue para mí una devoción. Ninguno

de nosotros escribió el mismo verso.



Con tal pan de mendigo aún me alimento

y no hay tiempo peor que el que va en blanco.

Pasaron días huérfanos de sílabas.



Lectura, amor primero: todo amor

fue tan distinto después de esos libros

en que fundé mi casa y mis palabras...




El milagro


Contaba mi padre que mi abuelo tenía

un ojo que siempre le lloraba, producto

de un golpe que le dio —brutal— mi bisabuelo.

Tendría entre ocho y diez años entonces

y con esa marca vivió hasta los setenta.

Nunca supe qué falta nimia le acarreó

un castigo tan dilatado en la distancia

y el recuerdo: ese ojo lisiado que no obstante

no logró hacerlo cruel ni resentido.

Cuando hoy mi vista llora de cansancio

—como esta mañana que tanto se parece

a aquellas en que escuchaba de niño

la historia de mi abuelo— pienso en el milagro

de mi padre que no sufrió la misma suerte,

de mis ojos sanos y de los ojos

más sanos aún de mi hijo; en el milagro

de que esa infancia dolorosa de mi abuelo

se haya quedado allá en su isla, y solamente

trajera aquí sin odio un ojo humedecido

que hoy bien podría estar llorando por piedad.







Lo que a nadie le importa


Ahora que el tiempo va trayendo sosiego

y que hallo cada cosa en su lugar

—cada cuerpo geométrico en su sitio

como en un test de inteligencia—, ahora

que cada sentimiento ocupa su baldosa

y lo que de mí me avergüenza se equilibra

con lo que de mí me enorgullece,

ahora —precisamente— me acuerdo

—ya casi sin dolor — de las miserias

que ayer nomás pensaba que tal vez

no iban nunca a concederme reposo:

el color azul gris de mi uniforme

de soldado, el amigo o la mujer

que traicioné, el amigo o la mujer

que a mí me traicionaron, la sonrisa

que alguna vez le di —por miedo— a un asesino

y la imagen de mi abuela que comía en silencio

la manzana de sus cien años de pobreza.

Sólo lo que a nadie le importa sino a mí,

lo que no he vivido y lo que siempre he callado,

lo que nunca conoceré ni escribiré,

lo que conmigo se muere: sólo esto me acongoja.





(*) Guillermo Eduardo Pilía: nació en ciudad de La Plata (pcia. de Buenos Aires, Argentina) en 1958. Profesor en Letras egresado de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Se desempeñó como profesor de lenguas clásicas en el Seminario Mayor “San José” del Arzobispado de La Plata, y posteriormente como profesor de Lengua y Literatura y de Latín en diferentes establecimientos públicos nacionales y provinciales y en colegios e institutos privados. Fue profesor de Lógica y Lenguaje Jurídico en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata. Es actualmente Presidente del Instituto de Documentación e Investigación sobre la Literatura Platense. Es miembro del Instituto Platense de Cultura Hispánica, de la Association International “La Porte des Poètes” de París, Francia, y del Instituto Literario y Cultural Hispánico de Westminster, EE.UU. Ha publicado ocho libros de poesía: “Arsénico” (1979); “Enésimo Triunfo” (1980); “Río Nuestro” (1988); “Río Nuestro / Cazadores Nocturnos” (1990); “Huesos de la Memoria” (1996); “Caballo de Guernica” (2001); “Ópera flamenca” (2003) y “Herido por el agua” (2005); dos plaquetas de poesía: “Viento de lobos” (2000) y “Visitación a las Islas” (2000); dos libros de cuentos: “Viaje al país de las Hespérides” (2002) y “Días de ocio en el país de Niam” (2006); y tres libros de ensayos: “La catedral de La Plata” (2000, en colaboración); “Historia de la literatura de La Plata” (2001, en coautoría con María Elena Aramburú) y “Toponimia de la provincia de Buenos Aires” (2003). Ha publicado numerosos textos literarios y estudios críticos en diarios y revistas especializadas, argentinas y extranjeras. Ha intervenido también en gran cantidad de antologías en el país y en el exterior. Sus textos le han reportado valiosos premios en la Argentina, España, Francia, Estados Unidos, Ecuador, Chile y Australia. Ha sido traducido y editado en el Reino Unido. Fue asesor de cultura de ambas cámaras de la provincia de Buenos Aires; se desempeñó como director de Museos, Monumentos y Sitios Históricos de la Provincia, y tuvo a su cargo la reapertura del Museo "Presidente Perón" de Lobos y la restauración de la casa natal de Eva Perón en Los Toldos. En la actualidad es director de la Cátedra de Literatura Platense “Francisco López Merino” de la Universidad Nacional de La Plata y prepara una antología de todos sus libros de poemas: “Ansia de clara palabra”.Reside en su ciudad natal.

No hay comentarios: