viernes, 26 de febrero de 2010

Poemania Nº 245 - María Cecilia Micetich

POEMANÍA



la manía del poema…

Hoja literaria de aparición virtual

Nº 245/2011



“Todo poeta se ha angustiado,

se ha asombrado y ha gozado.

La admiración por un gran pasaje

de poesía no se dirige nunca a una

pasmosa habilidad, sino a la novedad

del descubrimiento que contiene…”

Cesare Pavese





Poeta invitada: MARÍA CECILIA MICETICH (*)






Del libro “Música de Cámara”







NADA



Nada

sobre la rivera de tu espalda

un llanto de arena ruda

arena tibia sin crepúsculos. Siroco: al tiempo

la vuelta le resta veinte años

para seguir la trama de la memoria.

Hoy se asoma el colibrí que sólo tu jardín visita,

y el aljibe

deja de sr fondo para transformarse

en profundidad;

deja de ser agua quieta sin bríos,

para ser arte. Arte en el sueño arte en la hondura

del pañuelo

que suavemente va

borrándose en las arrugas de su rostro.



Rostro que no cae, no cierra

ni prende la luz del espejo

porque le teme tanto, tanto al viento.













MÚSICA DE CÁMARA



Cámara es la síntesis,

es el viaje del encuentro, la idea sublime

que asoma en el perfume de la pipa

que nos mueve,

la sonrisa que nos convierte.

El gestar, comprender y hasta decir

coexisten en allegro, adagio y vivace:

las tres caras

del hombre que se triplica

infinitamente en el espejo del arte

del libro de arena

sobre un atril.

Nueve es la cifra del espacio

que nos invoca en la plenitud;

también en la unidad de las derrotas

la música calla

para volver a ser otra vez fénix.



Y los ángeles se agrupan en el espacio nueve,

los nueve coros, tres tríadas,

la silla, un piano y el cello:

tríadas de la perfección, orden en el desorden,

unidad de tres

o más de tres en el mundo.



Música de cámara: descender nueve escalones

que dominan y multiplican los sentidos.

Mirarse, un gesto para comenzar.













VUELTAS POR LA ESCUELA



Entras y es un embrujo que llega con aires

viento sur, humedades de ríos linderos.

Una frase nos pinta la cara desde años

en que los colores eran patrimonio todavía

de las palabras.

Un embrujo en la trompeta que desafina,

cuando alguien, mientras canta, decide salirse

del tono y desentonar:

va pensiero…, oh mío caro…

o un hechizo que repiquetea y una tempestad

que abruma las maderas

y el marfil templado del aula 3, templado.

Un tres que se duplica en el piano: seis, seis bis

en la reexposición del camino.

Tres son los universos que circulan

de quinta en quinta por sembrar,

salas de extrema paciencia, solas

por abrir.

Todo se vuelve encanto.



Un calderón de espera descubre

la belleza interna de nuestro espacio:

habitar el hogar

se parece tanto al paraíso de un Dante

que puso al sonido Uno

en el lugar de Dios.

Este paraíso que sienta sus raíces

en el patio y nos sobrevive

en el intersticio del sonido.



Si toda distancia es también lenguaje,

desde la escalera a la biblioteca ocho compases

nos separan.

No es Fauré, Mozart o Beethoven.

Es sólo ese banco, esa vena que perpetúa

el fugaz solsticio del arco y la guitarra

en el instante.



Silencio.



Orfeo nos visita. Música de Cámara

en el oírse respirar, en la gracia de un diálogo

que invita a permanecer

en la geometría habitada, a veces,

por Brahms o Schumann

ocultos

en gestos

maestros.



“Sólo el soñador que se colma de gozo

contemplando sabe

de esas alegrías sencillas

del reposo



dibujado”.











CAVATINA



“L ‘univers moins hideux et les

instants moins lourds?”



Charles Baudelaire







Nace una estación cuando los árboles

se aquietan; el desplegarse

en el calvario de una guerra que nos une.

Un cenit palidece.

Cuando entre la fronda (ciprés y abedul, cedro

y almendro)

rozando los hombros de acero, alguien

tritura al ciervo (que manso no espera ni huye)

de la caída

para escapar. Afuera

las piedras en el escenario de la carne.

Extemporáneo al jardín es el grito

de espanto, es el humus estéril de la pradera.

Entretanto, al acorde perfecto del mundo se

pulveriza

en tu semblante;

larguetto ma non tanto en el ángulo de los

brazos,

una estela de halo diezma

la piel sin dejar rastro ni rostro

en la palabra.



Sólo la guitarra

que abre y cierra doseles en el horizonte.

Sólo cinco cuerdas bastan para despertarte en

el arcano.

Sólo tres pasos para llegar al fondo

y sólo hasta el centro de la mano

para que vibre

el mundo

y alguien me suelte al fin de todo el cabo.



Alguien suelta la driza

para modular al rictus y volverla murria, pisada

hoy señera en el paraíso que se extingue

en lo áspero de la sabana

un olor ácido: la agonía de los pinos, mientras

pienso

que un lirio abierto es el espacio

de esta sonrisa taciturna,

-bruma varada-

pudiera ser bálsamo

para cuando la suerte mía esté echada.







(*) María Cecilia Micetich: nació en 1979. Es escritora, docente universitaria, profesora de música y de literatura (UNR) e investigadora (UNL). Publicó sus trabajos en las antologías “Poetas rosarinos” (Editorial UNR, 2005) y “Argentina y sus escritores” (Editorial Nuevo Ser, 2002). “Música de cámara” es su primer libro de poemas.

1 comentario:

algamarina dijo...

Interesante e importante espacio...
Un placer recorrerlo...

Saludos de agua desde mi orilla azul...