POEMANÍA
la manía del poema…
Hoja literaria de aparición virtual
Nº 245/2011
“Todo poeta se ha angustiado,
se ha asombrado y ha gozado.
La admiración por un gran pasaje
de poesía no se dirige nunca a una
pasmosa habilidad, sino a la novedad
del descubrimiento que contiene…”
Cesare Pavese
Poeta invitada: MARÍA CECILIA MICETICH (*)
Del libro “Música de Cámara”
NADA
Nada
sobre la rivera de tu espalda
un llanto de arena ruda
arena tibia sin crepúsculos. Siroco: al tiempo
la vuelta le resta veinte años
para seguir la trama de la memoria.
Hoy se asoma el colibrí que sólo tu jardín visita,
y el aljibe
deja de sr fondo para transformarse
en profundidad;
deja de ser agua quieta sin bríos,
para ser arte. Arte en el sueño arte en la hondura
del pañuelo
que suavemente va
borrándose en las arrugas de su rostro.
Rostro que no cae, no cierra
ni prende la luz del espejo
porque le teme tanto, tanto al viento.
MÚSICA DE CÁMARA
Cámara es la síntesis,
es el viaje del encuentro, la idea sublime
que asoma en el perfume de la pipa
que nos mueve,
la sonrisa que nos convierte.
El gestar, comprender y hasta decir
coexisten en allegro, adagio y vivace:
las tres caras
del hombre que se triplica
infinitamente en el espejo del arte
del libro de arena
sobre un atril.
Nueve es la cifra del espacio
que nos invoca en la plenitud;
también en la unidad de las derrotas
la música calla
para volver a ser otra vez fénix.
Y los ángeles se agrupan en el espacio nueve,
los nueve coros, tres tríadas,
la silla, un piano y el cello:
tríadas de la perfección, orden en el desorden,
unidad de tres
o más de tres en el mundo.
Música de cámara: descender nueve escalones
que dominan y multiplican los sentidos.
Mirarse, un gesto para comenzar.
VUELTAS POR LA ESCUELA
Entras y es un embrujo que llega con aires
viento sur, humedades de ríos linderos.
Una frase nos pinta la cara desde años
en que los colores eran patrimonio todavía
de las palabras.
Un embrujo en la trompeta que desafina,
cuando alguien, mientras canta, decide salirse
del tono y desentonar:
va pensiero…, oh mío caro…
o un hechizo que repiquetea y una tempestad
que abruma las maderas
y el marfil templado del aula 3, templado.
Un tres que se duplica en el piano: seis, seis bis
en la reexposición del camino.
Tres son los universos que circulan
de quinta en quinta por sembrar,
salas de extrema paciencia, solas
por abrir.
Todo se vuelve encanto.
Un calderón de espera descubre
la belleza interna de nuestro espacio:
habitar el hogar
se parece tanto al paraíso de un Dante
que puso al sonido Uno
en el lugar de Dios.
Este paraíso que sienta sus raíces
en el patio y nos sobrevive
en el intersticio del sonido.
Si toda distancia es también lenguaje,
desde la escalera a la biblioteca ocho compases
nos separan.
No es Fauré, Mozart o Beethoven.
Es sólo ese banco, esa vena que perpetúa
el fugaz solsticio del arco y la guitarra
en el instante.
Silencio.
Orfeo nos visita. Música de Cámara
en el oírse respirar, en la gracia de un diálogo
que invita a permanecer
en la geometría habitada, a veces,
por Brahms o Schumann
ocultos
en gestos
maestros.
“Sólo el soñador que se colma de gozo
contemplando sabe
de esas alegrías sencillas
del reposo
dibujado”.
CAVATINA
“L ‘univers moins hideux et les
instants moins lourds?”
Charles Baudelaire
Nace una estación cuando los árboles
se aquietan; el desplegarse
en el calvario de una guerra que nos une.
Un cenit palidece.
Cuando entre la fronda (ciprés y abedul, cedro
y almendro)
rozando los hombros de acero, alguien
tritura al ciervo (que manso no espera ni huye)
de la caída
para escapar. Afuera
las piedras en el escenario de la carne.
Extemporáneo al jardín es el grito
de espanto, es el humus estéril de la pradera.
Entretanto, al acorde perfecto del mundo se
pulveriza
en tu semblante;
larguetto ma non tanto en el ángulo de los
brazos,
una estela de halo diezma
la piel sin dejar rastro ni rostro
en la palabra.
Sólo la guitarra
que abre y cierra doseles en el horizonte.
Sólo cinco cuerdas bastan para despertarte en
el arcano.
Sólo tres pasos para llegar al fondo
y sólo hasta el centro de la mano
para que vibre
el mundo
y alguien me suelte al fin de todo el cabo.
Alguien suelta la driza
para modular al rictus y volverla murria, pisada
hoy señera en el paraíso que se extingue
en lo áspero de la sabana
un olor ácido: la agonía de los pinos, mientras
pienso
que un lirio abierto es el espacio
de esta sonrisa taciturna,
-bruma varada-
pudiera ser bálsamo
para cuando la suerte mía esté echada.
(*) María Cecilia Micetich: nació en 1979. Es escritora, docente universitaria, profesora de música y de literatura (UNR) e investigadora (UNL). Publicó sus trabajos en las antologías “Poetas rosarinos” (Editorial UNR, 2005) y “Argentina y sus escritores” (Editorial Nuevo Ser, 2002). “Música de cámara” es su primer libro de poemas.
1 comentario:
Interesante e importante espacio...
Un placer recorrerlo...
Saludos de agua desde mi orilla azul...
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