viernes, 26 de febrero de 2010

Poemania Nº 146 - Pablo Cassi

POEMANÍA

la manía del poema…

Hoja literaria de aparición virtual

146/2008

“Los poemas tienen siempre grandes márgenes
en blanco, grandes márgenes de silencio en que la memoria

ardiente se consume para recrear un delirio sin pasado...”

Paul Eluard









Poeta invitado: PABLO CASSI (*)






Ciudadano Ocasional





Una ausencia viene anunciándose a sí misma

gestos de vago romanticismo

en la unanimidad de tus pupilas.

Me abandono a la emoción de sentirme

solo,

hace tiempo la distancia me convoca

admito la idea de encontrarte.

Si pudiera sorprenderme

con la mirada de tus ojos,

declararme neutral o simplemente

un ciudadano ocasional,

no indagaría el origen de este amor

en los libros de Joaquín de Montezuma,

en las flores que no pierden sus pétalos

después del otoño.

Vuelvo a soñar con tu nombre

en un lenguaje de monosílabos.

Esta noche estaba resuelto

la agonía quebró la espera distante de nuestro amor

y no hubo una versión inteligente para nuestra existencia.









Enagua de Soltera



Conocí en ella

el último instante que nunca es el mismo,

el gesto inexpresable de su mirada

los misteriosos laberintos de sus

desencuentros,

ese gracioso modo que tiene de olvidar

la tozudez del pasado.

Ha escrito con su caligrafía más triste

lo que sus labios no se atreven a decirme,

que aún me espera en aquella plaza

para saludar a la primavera

y echar por la ventana su enagua de soltera.

Erguida,

escoge el amargo camino del olvido

y con la sonrisa bajo el brazo

se viste con su mejor traje de enigma

en búsqueda de un destino diferente

lleva en medio de sus pechos un collar bien

puesto.

Un murmullo de antiguo disco de acetato

se desliza por su cuerpo disidente,

tiene ritmo de bandoneón por falta de bohemia.

Conozco sus colores, sus aromas, su música

la conocí en un tiempo anterior a este siglo.








El Lado Oscuro del Segundo Piso



El día escapa por la cerradura,

entumece el aroma de las palabras.

Un verso se sumerge en los labios,

la antigua casa se echa a morir

en el lado oscuro del segundo piso,

espera el regreso de los gorriones

y la queja en si bemol de las goteras.

Sus habitaciones nunca han estado

tan sombrías,

tardíamente pensativos los umbrales

como si careciera de mejores tiempos

en el índice de su primera biografía.

La noche golpea con un bostezo

la añosa estirpe de su sombra,

la mampara huele a lluvia de otros inviernos.

A la hora del té

desnuda el alma de viejos anhelos,

consume el escaso keroseno del farol

contagia de muerte a su propio cadáver,

muros que no sobrevivirán al ruido de las

autopistas

cuando la ciudad sea sitiada por el progreso.








Una Mujer Lee Poemas de Bécquer



Vive desconocida en el silencio de su propio retrato.

Amo a esa mujer triste que cada tarde

lee poemas de Bécquer,

cierra los ojos y arde de impaciencia.

Convertido en sombra mi pensamiento

me entrego a la complicidad de su mirada,

a sus labios que sobreviven la orfandad del deseo.

El tiempo posterga cualquier romance

asfixia en su cuerpo la exacta respuesta

para cada pregunta del deseo.

A veces una sonrisa se exterioriza en su rostro

pero la timidez con su alevosa indecisión

congela el más mínimo de sus rubores.









Los Cotidianos Comentarios de la Noche





La oscuridad extiende su mano y apaga

la vela

irremediablemente cae el eco de una sombra

la sonrisa cruza el prodigioso ejercicio de mirarnos.

Conversemos en torno a esta caminata

de recuerdos

arrimando tu voz a la mía,

a la infinita geografía de las emociones

en los cotidianos comentarios de la noche,

acostumbrándonos a vivir con las multitudes

que habitan nuestros cuerpos,

De aquí no te vas,

ni los extraños deseos que genera tu cuerpo

en el viejo armario con tus prendas íntimas.

Envejeceremos conversando con los pájaros,

partiendo cada error en dos.

A veces me pregunto que haría el uno sin el otro.








Como si nos Hubiésemos Conocido en otra Vida



La encontré una tarde en los astilleros de

Hondarribia

una mujer como ella podría romper el

horizonte

tan sólo con detenerse en el espejo.

La soledad corre por un río paralelo

que ha perdido

el deseo de conciliar el sueño.

Una sonrisa escapa inadvertida

titubea como la lluvia antes de humedecer el

aire,

rompe el silencio que había puesto en su boca

y apacienta la incertidumbre de las palabras

inmortales.

La invito a compartir un café en la Galería del

Jardín,

me instalo cómodamente en su vida

con mi oficio de poeta.

Sin nada que ofrecerle,

salvo este casual encuentro

hemos hablado como si fuéramos

viejos amigos

como si nos hubiésemos conocido

en otras latitudes.





Nos enamoramos aspirando el perfume

de una flor

este encuentro podría ser perfectamente

nuestra única historia.

El azar que todo lo une

también desune la misma distancia,

la profundidad del Pacífico o del

Mediterráneo

siempre próximos a un corazón con setenta

y siete latidos.

El aire construye su propio camino entre

las estrellas

el vino transporta en cada copa el rumor

de la existencia.

Este verano nos enseñó que la vida es breve

como las flores que se abandonan cada primero

de noviembre.







Palabras Irreversibles



Mi boca guarda tu nombre,

la memoria de tus gestos.

No podrás impedir que te ame.

Sé que esta noche dormirás conmigo

no podrás volver a tu paisaje cotidiano

tus ojos se eternizaron en mi rostro

y todas tus noches me pertenecen.

Tengo miedo de las palabras irreversibles,

descubrir que te vas en un

orden continuo

en el ciego lenguaje de los objetos

y peor aún,

que nunca regresas al lugar exacto

de este encuentro.









Sólo Fuimos Otoño



Nada germinó bajo nuestra sombra

ni el entusiasmo de conocernos por dentro.

Apenas sostenidos en una mirada

confinamos el diálogo al más remoto olvido

como si la curiosidad pretendiera darle alcance.

No aprendimos el oficio de amarnos

ni la elaborada retórica de los enamorados

sólo fuimos una señal equivocada,

en la frágil esperanza del reencuentro

un viejo tango más absurdo que nuestra

propia historia.

A la hora justa el tiempo nos borra

somos la última consecuencia de esta vida,

una permanente despedida.

¡Qué manera la nuestra de confundir las cosas!





(*) Pablo Cassi: Nació en la comuna de Putaendo (Chile), en 1951. Ha publicado los siguientes libros: “Surco y presencia” (antologia de cuentos y poemas, 1977); “Para un peregrino distante” (poemas, 1979); “Cuando se aproximan los sábados y otros cuentos” (1984); “Íntimo desorden” (poemas, 1984); “Secreta convicción” (poemas, 1986); “Poemas para un niño con sonrisa de primavera” (1987); “Tu prójimo inevitable” (poemas, 1989); “La espantosa virginidad de las feas y otras historias” (cuentos, 1993); “Veinte años de poesía” (1995). Obtuvo numerosos premios por su obra literaria tanto a nivel nacional como internacional. Editor, director, jefe de redacción y articulista en periódicos, revistas y suplementos culturales desde 1977 a la fecha. Es miembro de instituciones culturales en su país y en el extranjero. Poemas, Ensayos, Cuentos, Reseñas Bibliográficas, Artículos de Opinión y comentarios, de sus obras publicadas han sido publicados en revistas culturales, diarios, periódicos, y suplementos literarios en Alemania, Argentina, Costa Rica, Colombia, España, Estados Unidos, Francia, Italia, México, Perú, Puerto Rico, Uruguay, Venezuela. Reside en la localidad de San Felipe de Aconcagua, Chile.

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