viernes, 26 de febrero de 2010

Poemanía Nº 193 - Zulai Marcela Fuentes

POEMANÍA



la manía del poema…

Hoja literaria de aparición virtual

Nº 193/2009



“Creo que la poesía, conjuntamente con otro tipo

de lecturas –filosóficas, históricas, narrativas, etcétera-

conforma un poliedro de riqueza sin igual, ya que mal

podemos pensar que la poesía puede ubicarse aisladamente,

en tanto responde a los factores objetivos y subjetivos

de los cuales se nutre.”

Luis María Sobrón









Poeta invitada: ZULAI MARCELA FUENTES (*)









ARTILUGIOS DE LA NOCHE





1

Aires traspasan el recuerdo,

viejo inoportuno de ambarina dentadura.

Sátiro insaciable,

látigo y deleite

acomete contra células extintas

por exceso de pócimas de amor,

certeza de olvido momentáneo,

hoy por la distancia:

leguas y leguas de extravío.

En el hueco del silencio hay luciérnagas,

-intuición-

pez en busca de un instante,

ajeno a su elemento centellea

para demostrar su identidad:

recóndito habitante de la noche.









2

Muere el recuerdo,

luego existe.

Abarca de la vida los minutos,

se torna en exabruptos,

contriciones o melancolías

disfrazadas de arlequín,

que meten zancadillas

o entorpecen la palabras,

incitan a los actos a fallar

mientras la esporádica balanza,

los energúmenos del buen decir,

los locos de amor

cargamos nuestra cruz sobre los hombros.









3

Hoy Antimedusa cercenó de tajo

dos magníficos ramales:

eran demasiado.

Un árbol sin mesura en las raíces y en lo alto

no encuentra asilo perdurable.

Antimedusa recuerda los filos de la asepsia,

la tristeza de verse en el exilio

con el cuerpo cercenado,

en lugar terrestre, perfección de nada.

Entonces ahuyentó los dones que moraban en la savia.







4

¿Dónde anida el poder divino de los árboles?

La tierra nos revuelca en su lascivia,

nos pone de cabeza.

Caemos en desequilibrio

donde el infierno es azul

y a veces frío, y el cielo de Luzbel no entibia.

tan sólo aletarga nuestros pasos restallantes

en las hojas secas del otoño.











PENUMBRAL

I

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos…

Cesare Pavese

En esta cuna de dolor la muerte arrulla

el cuerpo diminuto de mi madre.



Yo la envuelvo en un tibio sudario

y mis lágrimas son gotas residuales del otoño.



Cómo conservar esta caricia inerte

tibia aún sobre mi cara,

saber si mis palabras fueron entendidas

por ese huraño corazón acorazado.



Pronto dormirá serena,

sus ojos son pequeña escotillas incendiadas

de un barco nodriza en lento hundimiento.



No puede llegar la hora:



si yo nací con su tristeza,

acaso moriré también cuando muerta su melancolía.



Mi madre se vuelve fetal

y cierra con un signo de interrogación

el texto de su vida.



En mi pecho apoya la osamenta,

se adormecen todas las preguntas.



¿Son necesarios los zapatos para ir al cielo?

¿Le pondré sedosas medias blancas

o recios calcetines para el frío?

¿Cuál será realmente el clima en el espacio,

o allá profundo en el abismo?



Pronóstico: nublado.



Tal vez le tocará esperar del lado oscuro de la luna

o la veré cruzar la fase creciente

montada en una escoba de crines de Pegaso.



Muchas veces se la disputé a Marte,

pacté con él y con todos sus secuaces

a fin de rescatarla.



No sé si lo logré,

o fueron tan sólo sus despojos

que por años se ocultaron en mi mente.



II



cinco hileras rodean su garganta,

cada gota se va deshilvanando en pocos años.

Al irse aquel Teseo derrotado el hilo se rompe,

y las perlas se desgranan en silencio.

Al cabo de cuarenta y nueve lunas de noviembre,

Teseo vuelve y se la lleva detrás del horizonte…



Mi casa está vacía.



Polvo se acurruca en todos los rincones

y se adhiere a la cara ciega del espejo.



A tu higuera la invaden los insectos,

y la ruda se secó tan sólo en un noche.



Hoy tu gato negro ya no ronda nuestras piezas.



Te volviste polvo tú también,

ahora habitas un pequeño útero de cedro.



Eres apenas un poco de cenizas, aun así,

te convertiste en el reflejo de mil rostros

revelados en columnas de cartón descolorido,

y en una embestida de recuerdos.



Aún siento el aroma que impregna tus enseres.



Aún estás aquí,

en mis gestos diurnos y nocturnos,

en tu matraz,

en tu mortero,

en cada movimiento que realizo.



Aquellos tigres en la casa no podían ser

sino las fieras que preceden a la muerte,

misma que nos ha rondado tantos años.



Hondo es el vacío.



Pero, sabes, algún día me iré por el camino de Santiago.

encontraré quien me reemplace en este rito de dolor.



La parte de mí que se murió contigo

lucha por regenerarse

contra la necrosis de algunas zonas afectadas.



Soy el ciervo celestial,

adosado a las paredes de una bóveda

en espera de una luz que lo redima.



Soy una gacela con el lomo fracturado

por la brama incontenible de cervatos y viejos dromedarios

que emboscaron mi camino.



Soy ese miedo de hombres, niños y mujeres

atrapados en este laberinto de piedra.



No sé si en mis pulmones se geste algún siniestro.

No sé si al cauce de mi sangre lo invadan los detritos.



Ignoro sin en el ámbar líquido de mis riñones

habiten organismos que acabarán por destruirme.



Si mi corazón no sea más aquel enamorado

de cascos gozosos y ligeros.



Soy sin ti en este mundo,

al que nunca me atreví a mirar de frente

y sostenerle la mirada,

mucho menos a escupirle sus mentiras.



Ya sin tu atadura corporal yo sigo acordonada

en espera del plasma que me nutra.



Mientras, la casa está vacía.



El fresno se quedó desnudo.



Hojas iracundas huyeron con el cierzo

y me arrastraron sin rumbo por la calle.



El frío se ensañó conmigo.



Espero el tiempo del deshielo

para trasladarte a tu nueva morada de cantera,

o devolverte al mar con todo y tus secretos

y esta vieja, atávica placenta

que tanto nos nutrió de soledad.



III



Se ha vuelto a encontrar.

¿Qué? La eternidad.

Es el sol que huyó

Junto con el mar.

Arthur Rimbaud



Tu imagen surge hoy a contraluz

de un frío amanecer de luna nueva.



En su floración anticipada el fresno

parece desterrar un luto pertinaz

de tantos meses.



Partir,

la barca espera.



Tu pecho restaurado irrumpe

del blando de la tela

y el rojo de tu corazón caído.



Toda tú puedes lucir ahora una piel

inmaculada, sin temor

de sucumbir a la intemperie.



Ir sin cuidado, decidida,

rumbo a mar abierto.

yo desde aquí contemplo el horizonte,

tu impulso de viajar sin lastre.



Y después de este destierro,

cómo retornar sin adherencias dolorosas,

saber dónde pervivo en todo este derrumbe,

cribar lo imprescindible de lo inútil,

poner a salvo más de un siglo de recuerdos.



¿Qué revelará la caja negra del siniestro

resguardado en este mar de fondo?



Cuándo desprenderme de una vez

de las cadenas y grilletes

que me atan a esta fortaleza,

a estos bienes de raíces tan profundas,

vientre gigantesco

donde entrar es lo de menos

y salir es sólo un simulacro.



Mi cuna,

mi sepulcro,

mi bóveda infinita donde viven los amores

grandes y pequeños.



¿Qué fue de las mujeres de la casa?



No escucho sus manos laboriosas

ni abrevo de sus mágicas pociones.



Me abandonan,

me conminan a encararme con la muerte

en estas piezas encantadas

donde vagan los fantasmas inconformes

y las larvas del deseo han hecho nido

de mi cuerpo tantas veces.



Aquí llega Dios a visitarme con su madre.



Además, en esta casa enferma

se atiende bien a los difuntos en su día:



Arde el copal y el palo santo,

arden los cirios perfumados,

la luz se esparce hasta el último rincón

de las tinieblas.



Aquí los ángeles benditos y los ángeles rebeldes

no se contradicen.



No obstante, las mujeres de la casa

me han dejado sola,

con lunas en exilio vacías de su curso.



Las sibilas de fuego en las entrañas,

las vestales con su lámpara de aceite han partido.



Encima del altar dejaron un último murmullo.



El sol se eleva o se distiende

tramando su luz en el recuerdo.



Acecha detrás de la vigilia

desde el fondo prístino del mar,

anida en el frágil regazo de los sueños.



Partir,

tal vez vivir,

la barca espera.











(*) Zulai Marcela Fuentes: nació en la Ciudad de México (México). Es poeta, traductora y editora de poesía. Obtuvo mención honorífica en el Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta 1992 de Tampico, por el poemario Hablo del mar, publicado ese mismo año por la editorial Nautilium. Su último poemario es Penumbral, plaquette publicada por Ediciones Mixcóatl, 2003. Colaboraciones suyas (artículos, reseñas literarias, entrevistas) han aparecido en la sección cultural de El Financiero, Diario de Yucatán (2001, 2002, 2003), El Día, El Nacional, en las revistas El Cocodrilo Poeta, Descritura, Casa del Tiempo (UAM), La Gaceta del Fondo de Cultura Económica; los suplementos El Gallo Ilustrado, Sábado y en suplementos y revistas del interior, así como en la antología Las divinas mutantes. Carta de relación del itinerario de la poesía femenina mexicana, (Praxis, UNAM, IPN, 1996). Los vuelos de la rosa. Mujeres en la poesía de Yucatán. Universidad Tecnológica Metropolitana e Instituto de Cultura de Yucatán. Asimismo en la antología de poesía erótica escrita por mujeres en lengua castellana Al filo del gozo, Editorial Viento al Hombro, Chiapas, México, 2008, aparece trabajo suyo entre poetas de países de América Latina y España. Tiene importantes traducciones de poesía, entre éstas, una antología de poetas norteamericanos contemporáneos (Líneas conectadas, UNAM, México, National Endowment for the Arts, Washington, D.C.).

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