viernes, 26 de febrero de 2010

Poemanía Nº 189 - Ángel Oliva

POEMANÍA


la manía del poema…

Hoja literaria de aparición virtual

Nº 189/2009





“Cada poema es único. En cada obra late,

con mayor o menor grado, toda la poesía.

Cada lector busca algo en el poema,

y no es insólito que lo encuentre:

ya lo llevaba dentro.”

Octavio Paz









Poeta invitado: ÁNGEL OLIVA (*)







LUNA TERCIANA





Afuera está la noche gobernada

R. Char



Sobre la faz de la letra lebruna

el ojo mayoral

crepuscula una luna terciana.



No será ya su fortuna mañana

quien mienta y desmienta esta melancolía,

sino la pura membranza del día, que febril apura

ya por la ventana

la elocuencia usuraria y lejana

de la literatura.



¿Cómo tramar verdad y hermosura

en la doble defección del amor?

¿Qué figura designa el dolor

en el cuero de la noche real y a la vez ese albor

saturnal en la sorda escritura?



Así el ojo facundo en la hoja

fulgura una forma: “Aquí,

sólo aquí dentro, en la horma

que aloja al deseo,

interrogo este mundo, a su norma,

de su Olimpo hasta su Hipogeo”.



¿Quién será quién

cuando abra la niña su luna?

¿Será fiel a su sangre la hermana

que clama a la vera de la insepultura?

¿Serán hombres de Argos los nautas

que parten a la desventura?

¿Y habrá noche, una y mil

y una noches, o acaso ninguna?







Transita criatura lectora, ahora,

con tu arboladura, la letra contrita,

martilla tu forma en la noche proscrita,

que a fuerza de golpe mayeuta, en su holgura

el orden de signos dimita,

que advenga tu ojo de fiebre

en el óntico espacio vacío

que la letra ya no será liebre

y menos hastío, ni acaso escritura,

sino sólo tu luna infinita.













DESTEMPLANZA





“El valor mas liberador y superior

en el arte y la crítica de hoy

es la transparencia”

Susan Sontag



“...como para mostrar bien que ellos

son en este momento la vida y ninguna

otra cosa aparte de ellos lo es,

no me son, sin embargo, al ojo,

y al oído, y a las yemas de los dedos

tan accesibles como debieran...”

Juan José Saer



No hubiésemos deseado otro cielo

sino esta destellada lámina liliácea

que hacia el oeste se aconcava,

allende la ciudad, en el acto en que

la grácil, vibrátil estática de la Setúbal

salva su limo original, acribillada

por la última trama del crepúsculo.



Y qué vemos allí

sino el amor membrarse

restallando sobre sí

cuando no vemos más,

si ahora allí, ambos nos miramos,

que el amor en su acústico dominio.



Ir a lo profundo, con las armas adquiridas

entonces deseamos.

Un minuto más, un milímetro más,

una espuma ulterior

de la mirada que sucumba

al tiempo súcubo

y al espacio íncubo,

deseamos.



Y así, presumimos,

la laguna será nuestra.

Pero sobre los bordes que este amor admite,

aún demarcados por la ocre acrópolis del faro,

insurgen, gimnásticos, diversos,

los artilugios del recuerdo.

Bajo su influjo gríseo,

una lágrima integral, carnavalesca,

deslinda hacia la palidez del agua,

lo que en mí se aprieta y se oscurece

de lo que se convoca en su laguna.



Se alzan así las atalayas,

las extremaduras del tiempo y del espacio

se restituyen al fénix de la diferencia,

y toda Santa Fe, una vez más,

sumida en su nutricio ámbar de misterio,

vuelve a esfumarse.











DISIDENCIA



a mi hermano Antonio





Ciertamente, en la CONSTELACION

de lo que aún no ha acontecido

estará incólume tu don, Mallarmé:

blanquísimo plumón equidistante

a la vez del titánico piélago tangible

como de ese Abismo desvarado

en la futilidad de la palabra.



Pero si se encontrase, otra vez,

este índice cerca de rozar

la rasa solidez de las paredes del bar,

esbozara, como en las runas, de nuevo

la mano en el portento de mármol

sobre la vetusta humedad de los muros

aquel contorno mántico,

la letra manada del malamor espumante:

NOCHE MIMETICA;

y las yemas de los dedos del hermano ensimismadas

a la lámina, seguidamente,

ligasen la letra, la misma

la del malamor espumante:

NOCHE DEL SETENTA Y OCHO.



Y si rememorásemos

-los sabios se complacen con los que llegan,

en la voz de Crisipo-

y fuésemos al paso tácito

del padre, en su fuero:

ligero como si emparejásemos

jadeando, las caras de Jano

sobre baldosas que se alzaran

votivas y cruzáramos el maderamen

de la puerta como quien intima

a la muerte y toda la muerte

escrutase.



Sólo si se cruzasen allí

en la predilecta cruz

que interdicta al destino

dos ciénagas: San Juan y Maipú

como cifrando toda la ciudad leningrada

y en la espera entrebebiéramos

el ancho Trapiche y después

de tres, de cuatro, de ocho

descorches

se hinchara

EL FUROR DE LA NOCHE

acechando.



Viniesen, de nuevo,

a sentarse a la mesa los caros centauros,

los cátaros, los mosqueteros del rey,

los penantes pantagruélicos,

los ex ferroviarios, los serafines,

los invisibles músicos, los vermes de los lupanares,

los que se están siempre yendo,

todos se sentaran allí

dispuestos, de nuevo,

a ornar la conflagración

de la palabra;

y despuntase así al deseo

la siniestra visión:

NOCHE DE LA DICTADURA.



Entonces no habría opción,

Mallarmé,

más que aferrarse a la tendencia

tenaz, de lo que está aconteciendo

con la escasa niñez

en el vórtice de la ensoñación, Mallarmé,

hermanados

y pasar LA NOCHE.













MORTECINA



A Esteban Fridman



Se le mueren los animales a la noche.

Murciélagos agonizan en la selenitud de las sombras.

Tras el crimen, nómade, el dulcísono silbo del Evo

circunvala el óbito y propaga su granada de candor.

¡Arte!, ¡Arte en la hecatombe!.

Mientras palpite la pálpebra en la penumbra abovedada

vindiquemos la noctívaga palabra,

la palabra pletórica, la insectívora,

glosemos el memorial del murciélago:

lo que se enmascaró en las esquinas,

lo que se emblematiza en los mandobles del hampa,

lo que se amparó en la beatitud y en la indulgencia,

lo que se reagrupó en la propiedad sacramentada,

lo que no tuvo edad ni tuvo hermanos,

lo que martilló con su metralla de oropeles,

lo que abominó del vuelo abisal en la tiniebla,

lo que teletransformó toda esta muerte en cinerama

lo que una noche –camarada- mandó a matar la noche,

¡escribámoslo!.













FRUCTIDOR



A Nicolás Vallejo



De todas las estériles palabras

de pítias y parteras, la ternura

resguardó para nuestro porvenir,

de amores yertos en paradores furtivos,

de la desértica rasadura

de la Historia en torbellino,

unos ubérrimos nombres

de los que hoy, como cemento

en nuestros ojos, sin embargo,

modelamos damascos de esperanza

y fantasía y una afanosa congruencia

con la frágil armonía del que arrecia

los senderos del fruto desde el azúcar

de la ausencia.













ULTIMO ASADO EN RINCON





A Juan Manuel Melero



Amigos,

yo no me alejé de este silencio,

alguien, sino yo, situado en la fosa

que aloja al silencio entre los sauces,

en el sílice del sin sonido; y yo, también,

en la discordancia prima de los signos y las cosas,

tal vez, nos alejamos de ese que fui,

en el Rincón del ruido unígeno del Río.

Pero fue aquí, en la zona, que lúbrica

como la boca de una boga,

la rocambolesca humedad del cúbito

de su cuerpo, en el encumbramiento

del placer, en el Sur viejo, quiso;

¿dónde, cuándo, en qué ciudad?

su cuerpo, la furia de su cuerpo

¿y el mío? demiúrgicos, biunívocos

que seamos ¿ambos? como la furia

del Colastiné, juntos en el misterio del Canto.

Entonces, ésto no es irse Juan Laurentino,

sino rozar con la voz de Selene

cada vez, el pedernal de ese silencio,

cada vez volviendo a herir el cuarzo

cada vez que vuelve a restituirse entre los sauces.

Y sin embargo, alguien, sino yo

se fue de ese silencio sin regreso.

A visitar cursos de agua que parecían versos de Villón,

a beber en largo el Chateau Margaux

y el Frey-Sholer de Alsacia,

tras tres íntimas centurias de Comedia Humana,

tras una idílica lápida en el Pere-Laichese.



A partir de ahora los ojos de los hombres

se volverán a mirar los rostros

no de aquellos que han gobernado

sino de aquellos que han pensado



Y sin embargo, alguien, sino yo

no halló en esos ecos librescos la tersura

del beso del Sur viejo, sino las gránulas ubicuas

del silencio entre los sauces,

y no puedo, Juan Laurentino

escuchar ya tu sustancia unigénita

en el agua …volví en busca

de … yo, alguien… ¿acaso he vuelto …?

comamos amigos, que se enfría el asado.













ALCOHOLES





La dependencia a veces nos exalta

nunca nos alegra.



Eugenio Montale

I



Elegidos o no

arrojados al régimen

de la abstracta coalescencia

de faltas y de excesos

crecemos en la luz

hijos del enigma.



Luego, con un gesto aciago

antepasado de la letra

la mano acerada de ansiedad

demuda las memorias :

esa anciana en la cetrina liga

de la acelga, el huevo, las harinas,

la abuela bruñidora de cazuelas

en la hazaña del buñuelo,

azucaradamente abalanzada

contra las alacenas

de los caramelos de miel, aquella abuela

humectada con el mórbido perfume

del jabón Perdiz u oliendo siempre

a Puloil y a beso ausente o denegado,

se amuralla con su espuma mortal

contra el mundo de los hombres

y con el deseo desasido

en aforismos de almacén

fervientemente friega.



Será entonces esta letra

nieta de su tóxico suspiro,

de sus murmuraciones

confitadas en el pontificio

del amor?



Que ruede entonces el ovillo del destino

por Corrientes y cruce el empedrado de Zeballos

donde una mano acerada de silencio

afianza un vaso como quien se aferra al cielo.





II



¿Será la combustión del instante

el único vector de una escritura auténtica?

Lunas de Dublín, Lima o Cuernavaca

cunden como voces ultimadas

en la última destrucción de la noche.

Díadas de un esplendor perdido

urden su ruido enfurecido

contra el rudimento de la letra:

lívido rumor del mundo, sedimento

del mundo, espasmo de las misas

del mundo enmudeciendo.



Sólo por eso acaso, por soterrar

hasta la estásis del silencio

las turbulencias repitentes del incendio

es que rige esta ginebra en la garganta

gobierna lo espectral y lo tangible.

Dentro de la hora en que se active

y que perdure su conjuro

un empetrolado muro

le opondrá a la aurora,

sus potencias son las del aljibe

vive en lo profundo que se pudre

y se demora.



Pero nosotros, al otro lado del ahora,

vomitados nuevamente al nervio de la historia

inhalamos la fumarola efímera

de la memoria y sólo ornamos

un ebrio modo de morir

de este fermento enfermo de la gloria.







III



Cuando el sol matinal resplandece

sobre las islas y aplasta la espalda

de Atlas y la boca masca una pasta

alcalina, una bola que atascada puja

en la glotis y vuelve a la boca, vuelve

a la cámara cóncava de la boca, a la

lengua que la emplasta, metálica, la

ensaliva para aligerarla y volver a

tragarla, mas vuelve a la boca, vuelve

a la lengua en el silencio célico.



¿Hay una escritura de la vuelta irredenta

al esplendor territorial de la luz?

¿Volver…? Volver a ese retiro en que se cuece el pan,

se barre la vereda y se charla con la cara

en la leche, en que parece celebrarse el día…?

¿Y quiénes somos los que constreñidos aún

al oscuro canto que signó un instante

de la furia del mundo, ahora arrojados

a la vieja extranjería de la luz, volvemos?





Orinamos el malvón silvestre de un baldío

una mariposa blanca recala gravitada por la brisa

pero ni la breve saga de ese vuelo puede

designar nuestra hora.

Abierta la extinción,

el sol de la mañana tiene todas las palabras.





(*) Ángel Oliva: nació en Rosario (Santa Fe, Argentina) en 1970. Es Profesor de Enseñanza Media y Superior en Historia de la Carrera de Historia, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario. Es Miembro investigador de distintos proyectos de investigación, entre ellos “Literatura y cultura de la resistencia en la argentina entre 1955 y 1973” y “Clasistas, combativos y organizaciones armadas en los años 60’ y 70’ en el Gran Rosario, 1966 – 1976”, proyectos evaluados favorablemente por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Rosario. Entre sus publicaciones académicas podemos nombrar: “Algunos elementos sobre la problemática del poder ingles y su relación con los sectores populares” en Anuario N° 15, Escuela de Historia, Facultad de Humanidades y Artes, 1993; y “Condiciones sociales y políticas para la reconversión del nacionalismo (1955 – 1976)” en El discurso nacional en la Argentina moderna; AAVV, DR. Roberto Retamoso (comp.), ed. Corpuslibros, Rosario, en prensa. Ha participado también en diversas publicaciones periodísticas, entre las cuales nombramos los artículos “Nicanor Parra y su traducción del Rey Lear” en Segmento de Cultura, Diario La Capital, Domingo 28-5-95; “La poesía de las cosas - sobre Francis Ponge” en Segmento de Cultura, Diario La Capital, Domingo 30-7-95; “La voz mas allá de la poética” en Revista La Oreja. Psicoanálisis y pensamiento crítico, N°14, año 2, Abril del 2001. En literatura tiene editado el libro de poemas “Salud” (editado por la editorial Alción llamado, Noviembre de 2005); “AAVV, Poetas de Rosario” (Colección de Cuadernos Memoria, Subsecretaría de Cultura Provincia de Santa Fe, Delegación Zona Centro-Sur. 1997). Sus poemas han sido recogidos por diversas revistas y sitios de Internet. Ha sido organizador y moderador de distintos ciclos de lectura de poesía. Los poemas aquí seleccionados pertenecen a su último libro de poemas “En zona de Selene”. Vive en su ciudad natal.

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