viernes, 26 de febrero de 2010

Poemanía Nº 218 - Ronald Bonilla

POEMANÍA



la manía del poema…

Hoja literaria de aparición virtual

218/2010



“El poema debe ser persistente misterio,

animal que huye un instante

antes de caer en la trampa…”



Carlos Barbarito







Poeta invitado: RONALD BONILLA (*)







APRENDICES DEL VERANO





Tú como yo

conoces tanto del invierno,

de ese perplejo llanto que la oscuridad

enciende en soledades

de papel y de lunas.



Y a ti y a mí alguna vez

nos proclamaron infinitos,

mientras cavaban en el pecho

inesperadas sepulturas

con piedras arrancadas al silencio.



Al igual que yo tú sabes,

herida de crepúsculos,

cuánto la sombra ha de extenderse

si no la enfrentas a tu luz,

a esa luz de parques aprehendidos

más allá de la memoria,

cuando todo se hace trizas.



Como yo, has torcido las esquinas

con algo más que el corazón y la palabra,

con este incomprensible sufrimiento

que desdibuja sin adiós las madrugadas.



También te han asistido los ángeles

soplando y resoplando en tus oídos

oraciones para vencer la desolación

y sus abruptos puños de tiniebla.



Aquí ambos, sin rozarnos,

apenas sospechando,

hemos aguardado la sangre de este encuentro.

Que nada nos desate

ahora, amor,

porque tanto tú como yo,

estamos aprendiendo

los intensos advenimientos

del último verano.











AMAR TE DUELE





Amar te duele y te duelen también

mis afanes por coronarte de regocijos

a cada instante.

Y te duelen mis besos atrevidos

en la sala inclemente en que te amo,

y tu alma la concibo entonces

como bandera agujereada

por este amor que te subyuga,

que te saca del centro y te regresa

quizá a un pasado en que te amé

al borde de una muerte, un precipicio suicida,

una espada feroz contra mi pecho sangrante.

Tu lengua en mí

restaña todas las heridas,

también las que infringí

en el delirio de otras noches.



Pero ni mi boca, ni mi sed interminable

pueden vendarte

siquiera esas heridas

que pululan en frente de mis besos.



Amar te duele, y aunque grites

en el más abisal de los éxtasis mi nombre,

se cómo te duele esta palabra

que repites y repites para que suba

contigo al gozo y al dolor.



Mas déjame tratar de aliviarte

con un tiempo de pétalos sumisos,

y que extienda sobre la hierba

este corazón de palabras incendiadas

para que duermas al fin transfigurada en brisa,

satisfecha.



Pero amarme, amor,

aún te está doliendo todavía.











PULSACIONES





¿Acaso nos hicieron con esta misma sed

de incendios solos?

¿Y que fuese entonces la medida de tu boca

y sus pulsaciones igual a mis delirios,

completa de latidos circundando la noche?



¿O es que podemos prescindir

de ser uno sólo en este instante

que la eternidad nos regala, a raudales ?

¿Puedo acaso prescindir de la savia

que viaja a tus espasmos ?



Yo puedo prescindir de mi pasado,

no de tu abrazo ahora abanderándome,

cubriéndome de esta simple ternura

aún no vencida.



Hoy no puedo olvidar que digo:

Amo y te amo,

cuando el sol al desbordarse ahora me acorrala

y se deshace en lluvias:

Sí, lluevo con todo mi cuerpo ante tu cuerpo

centelleante de brisas.



No puedo creer que ya me amas y te amo,

con todas las ansias ilímites

y el perdón imposible

de esas otras palabras ya caídas,

que dije en días festivos,

festivos y terribles.









ESTA NOCHE IMPOSIBLE



Esta noche en que te sueño

voy a recordar cuando dormimos juntos,

tú envolviéndome el pecho en una cruzada

mayor que la ternura y sus signos extasiados.



Esta noche imposible de tanta lejanía

en que te tengo, mi pequeña,

letal por la distancia,

heliconia fecunda de mi sed,

boca cabal para mi llaga altiva.



Esta noche en que no muero tan sólo

porque aguardo tus entusiastas sábados

en el rincón de un delirio que no se vence

nunca, ni siempre, ni jamás, ni todavía.



Has vuelto a ser la muchacha que apenas rocé

a mis dieciocho.

La señora en sus veintisiete

que al fin me encuentra

para cuidarme ahora de tanta cicatriz

doblándote la edad.



Y yo he vuelto a ser ese muchacho

petulante que se juega la vida

en sus jornadas

para verte y amarte,

y llenarte de orgasmos insaciables.



Mañana no estaré en tu baño,

no seré anegado por tu espuma festiva,

y sin embargo,

siento todavía sobre mi pecho

tu beso y tu cabeza y una lágrima feroz

que reclama del tiempo

cuando no te sospechaba siquiera

traspasando mis orillas.









REVERSIÓN DE AMOR



Poder revertir esta historia:

ir hacia atrás por los sedimentos que el amor

incineró de prisa;

hacia atrás

que se deshaga nuestra alcoba

con un soplo a la inversa del destino,

y tu primer llanto cayendo sobre mis caricias

y las ventanas empañadas

por donde seguimos viajando

del auto a la rutina,

o a la desnudez de las noches

que ebrios transcurrimos

entre racimos extasiados.



Poder revertirlo todo,

revertir la vida.

Ser ahora el amante locuaz

de tus fines de semana,

en la mesa servida a la luz del vino tinto,

sin el estrés de los afanes

ni los participios vencidos.





Tú no me lo pediste quizá:

sólo diste el espacio

para que me asilara

en tu rincón de soledades.



Ahora estamos aprendiendo.

También los besos adheriéndose

presagian del corazón sólo los entusiasmos

y nunca su posible hartazgo.



El tiempo registra como un tenaz relojero

sus péndulos viajando por entre itinerarios,

no va hacia atrás sino por la pendiente,

hacia adelante.



No te dejes caer de mis abrazos,

sostente encima,

anclada a mis costillas,

a mi espalda,

entre mis piernas.

No te dejes caer

entre mis dardos aherrojados

con dolor sobre el abismo.

Yo ya rompí todas las cuerdas

del pasado anodino que cargaba.



Sólo déjame

- no revertir el tiempo

hacia atrás como reloj errátil -

sino revertir tus heridas

con el vendaje que mis labios

tienden sobre tu cuerpo,

amándote hasta que seamos

solamente el oleaje

de estos oráculos azules.











PEDALES DEL DESTINO



Yo también tuve un Pablo

temblando en los pedales asustados

de tanta bicicleta

haciéndose destino.



Yo también iluminé el pañuelo

con sus cristales resentidos,

y albergué los sueños de un químico o poeta,

de un pintor o comerciante

disparando metáforas, color y convicción.



Y lo vi crecer como crece tu Pablo,

mientras alguien pegaba su botón

en la camisa escolar de las mejengas.

Y ahora con sus ojos y sus ochos parpadeantes

y su baraja de monstruos indefensos,

debo jugar y establecer banderas

y ser tan amigos compartiendo

la cena de tus manos prodigiosas,

el rincón de tu cama hecha de brisas

y cuentos y dulzainas,

canciones que abrigaron los caminos,

la ternura inequívoca del bosque

al que entramos dando saltos de conejos inventados,

guarecidos de la lluvia de pronto

por un tronco vetusto y oportuno,

suavizados por tus brazos desde el musgo

que inventa tu sonrisa para el mundo.



Y tu Pablo, tan Pablo como el mío,

subiendo a mis laderas escarpadas

hallará los oasis

predispuestos del otoño,

y sus pupilas como hojas

navegando en la brisa,

para siempre abiertas, abiertas

como son los abrazos.









TRANSFIGURACIÓN EN ARCOIRIS

Verte desnuda es recordar la tierra. Federico García Lorca.



¡Cuánto de miel o de veneno

habremos de bebernos amarrados,

derribando las noches imposibles,

cabalgando alelados en la oscuridad

rutilante de la piel!



Sí, toda tú te abriste

como amapola solitaria.

Toda me levantaste de las ocres ruinas inventadas

para ser sepia en tu llanura,

para que fueras todo el color de mis cantos,

terracota lúcida, aceituna doblada

sobre el pistilo de mis orfandades,

rosicler el tobillo,

pardas lianas bajando a tus laderas,

botones engreídos, el café de tus pezones,

castaños fanales tus ojos

amando infatigables,

lapislázuli el cielo en tu risa, naranjal

del camino, azul transparencia:

soy tu lágrima nueva,



bermejo escondido bajo tus rizos negros,

ensoñación del pubis,

magenta tus labios mojados

por la brisa que sellará mi boca,

azahares tus dientes, lilas

las flores tras tus orejas de sándalo

esculpidas,

amarilla lámina de mis ansias

tu espalda cruzada por el verdor

de mis destellos,

malva tu lengua, fresa agridulce,

tierra para esta lluvia

a veces dolorosa,

nombre para este ciego violín de la alborada,

dorada cruz de tu pecho incendiando mi pecho,

llama violácea,

nombre de la luz para el buhonero del crepúsculo

que a veces soy con mi dulzaina,

mancha de mis amores…



¡Cuánto de miel o de veneno

habremos de sorber desde esta mesa

que se transfigura con los arcoiris!











CABEZA DE SED ES LA ALBORADA



A mi nieto que vendrá.

A Esteban y Sofía mirando el ultrasonido.



El Ícaro insondable que hace mutis de vuelo

ahora navega

con el ala incendiada de unos versos.



El Fénix restañando, revenar

para el amor que nos ungió de pronto,

celeridad del vértigo:

-no te derrames todavía del cáliz.



Bastión del prodigio, blasón del recuerdo,

llama para las cuerdas que nos izan,

pendiente para que nos deslicemos

hacia el júbilo.

Ven ya a pacer entre hortalizas. Bienvenido.



Afuera la garra inhóspita

no ha de rozarnos en esta esfera azul.

El árbol y su fronda de recios manatíes

también te aguarda,

y el pelícano insatisfecho

y su señal de curvilínea zaga

es apenas presencia lúdica de Dios,

de sus delfines, ángeles vibrando al unísono.

Pasos que vendrán, huellas inaudibles:

¿Oigo tocar tambores o es tu corazón?

Ahora estás recobrando este camino…

Nosotros el sentido que daremos a las flores.

¿Acaso nos oyes tropezar desde la niebla?

Pero si somos éstos cantando

con la geografía silente del verano.



Ya puedes nacer entre nosotros.





(*) Ronald Bonilla: nació en San José, Costa Rica, en 1951. Poeta, cofundador del Movimiento Trascendentalista, Coordinador del Círculo de Poetas Costarricenses, reconocido tallerista. Fue Presidente de la Asociación de Autores de Costa Rica. En 2001 ganó el Premio Nacional de Poesía "Aquileo Echeverría" en Costa Rica y ese mismo año gana en Panamá, el Premio Centroamericano "Rogelio Sinán", convocado en esa ocasión en poesía. Anteriormente, había ganado en Costa Rica el Premio Joven Creación 1977. Ha publicado, entre otros libros, "Viento adentro" (1969), "Las manos de amar" (1971), "Consignas en la piedra" (1974), "Soñar de frente" (1977), "Un día contra el asedio" (1999), "Porque el tiempo no tiene sombra" (2001), "A instancias de tu piel" (2002) y "La ciega certeza" (2005). Su obra ha sido recogida en múltiples antologías.

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