viernes, 26 de febrero de 2010

Poemania Nº 169 - Marcela Gros

POEMANÍA



la manía del poema…

Hoja literaria de aparición virtual

Nº 169/2008





“La poesía es un acontecimiento humano,

y la puedes encontrar en cualquier parte,

a cualquier hora, sorpresivamente..."


Jaime Sabines







Poeta invitada: MARCELA GROS (*)








Sé que espero siempre la flor tardía.

Las cosechas no impiden el verano,

las lluvias son estrellas cansadas,

y el pensar,

una trampa fabricada dentro de los sueños.







***



Me busco en la penumbra

y escribo palabras ciegas.

Dedos videntes de un rasguño ciego,

ávidos, hablan el lenguaje de la oscuridad.

Palabras ciegas, sedientas de luz,

palpan el terruño primario del dolor

para rozar apenas el del amor,

que también es ciego.





***



Tal vez,

si respiro el silencio oscuro de la tarde

que se inviste de ocres,

si olfateo a ojos cerrados,

logre dar con las huellas de palabras en bruto que,

como alfarero de generaciones,

moldeo desde la vastedad

de la tierra vieja e inmensa

hasta abrazar un ánfora pequeña,

obvia,

preexistente a las intenciones,

casi casual.



Acaso las descubra el hombre

solitario y cansado,

hombre de cuerpo de barro, sudores y estrellas,

cansado, decía,

de curvar su espalda y mirar la tierra.

Acaso sepa, insisto,

las palabras

que yo no sé

por mirar

tanto cielo.







***



De pie en la noche

y

sin esperar a nadie

la canilla gotea.



Soy fósil en la niebla.





***



Con la vereda en los ojos

caminé ese amanecer de lluvia

deseando ser otra,

deseando no haber sido.

Habría optado quizá por otro rostro,

otra memoria,

otras penas.

De madrugada

la boca amarga y seca,

tu olor en mi sueño.

Quise ser otra

y en cambio

supe

que era yo la que había sido,

absoluta, con la luz inequívoca de la mañana.





***



Siempre trajo la luna de octubre

con la impecable insistencia de rito ancestral,

algunos desórdenes profundos

desde la comarca de la lucidez.





***



Lo que habita en el relámpago,

lo que reina en la espera.

Atestiguo:

silencio, germen que más tarde será nombre.

La oscuridad, hermana de sangre.

El desierto, patria ancestral.



El ayer es enorme y ya es silencio

que pinta paisajes necesarios.

Allí tiendo a buscarme,

suelo encontrarme

y entonces lo rompo

y me nombro.






***



No fui yo quien soñó esos días para la vida.

Fue mi miedo.

Fue mi sombra.

¿Pude acaso desear tardes predecibles?

¿Arañé ese extremo del horizonte?

Me mentí la ilusión de despertares siempre plácidos.



Ese año en que la tierra derramó vinos de terciopelo,

diciembre,

supe que estaba perdida.

Mi mano había soltado el grosor de los cabos

que detenían esa barca herrumbrosa

para sentir los vientos sin brújula.

Para el feliz, deleitoso desastre.





***



Hubo fuego voraz en los hielos del infierno.

Hubo pequeñas muertes en breves paraísos.

Destellos de absoluto.

Certezas luminosas como espejos.

Hubo dagas en la boca del estómago.

El estómago en la boca.

Relámpagos de bocas vivas y vibrantes

como animales que, feroces, dudan

entre devorar o morir.

Devorar para vivir.

No bastan los latidos.



Una territorio vasto, blanco.

Un aire quieto dibujará mi contorno

como ilusión fugaz de paloma en vuelo,

tinta sobre papel de arroz.



Giraré silenciosa sobre mi eje.

No sentiré mis pies

en el más allá hecho de puro horizonte.



Sin opción de párpados,

a ojos cerrados,

se impondrá un paisaje

cincelado con la materia de los deseos insatisfechos.

Desfilarán ante mí,

me hostigarán con una danza frenética.

Asedio insolente.



En un aleteo involuntario,

con las últimas fuerzas,

pronunciaré palabras agónicas

presas en la cárcel de mi boca.





***





Dos o tres cosas al alcance de mi mano.

Nada más.

Y algún libro. Leña seca.

Una copa de vino.

La música exacta.

Recuerdos.

Preguntas.

Menos respuestas.

Un sillón

cuando caigan incendiadas

las tardes sin reloj.

Amigos de los días distantes

y paisajes adheridos a los restos de la memoria.



Para el diálogo con los fantasmas,

una ventana amplia y luminosa.

Ojalá tu mano,

ojalá tu rostro

y el sueño benévolo

para enmarcar mi partida.





***



La vida perenne.



A media noche,

dos hambrientos, eternos insatisfechos,

crean el absoluto en el instante.



Sólo espejismo de saciedad.









(*) Marcela Gros: nació en Buenos Aires(Argentina) en 1959. Estudió Letras en la UBA. En 2001 publicó su poemario "Desde el tiempo detenido". La Fundación Páremai Fractal, de psicoanálisis, toma sus poemas para enriquecer proyectos y jornadas de investigación, algunos de los cuales se ven plasmados en la revista “Texturas”. Participa en “El libro de los talleres IV”, de Editorial Dunken, que será editado en enero de 2009. Además de poeta, Marcela Gros es cantante de música coral. Integra el Coro de Cámara Adrogué, que ha recibido importantes premios nacionales e internacionales, entre los que se destaca el 1º premio en el Festival Coral Nacional de Trelew (1992), y la Medalla de Oro y las 3 Medallas de Plata de las Primeras Olimpíadas Corales de la ciudad de Linz, Austria, en 2000. Actualmente está preparando su segundo libro de poemas. Reside en su ciudad natal.

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