viernes, 26 de febrero de 2010

Poemania Nº 132 - Concepción Bertone

POEMANÍA

la manía del poema…

Hoja literaria de aparición virtual

Nº 132/2007





“Escribir un poema es como

reescribir la historia, con

los ojos bien alertas.”

Luis Raúl Calvo







Poeta invitada: CONCEPCIÓN BERTONE (*)





PESSOA Y YO



a Pedro Bollea





Como hierba crecida entre adoquines

de calles alejadas, calles quietas

donde la piedra ahoga la gramilla

con agua del fregado. De extramuros

del alma sofrenada con mil bridas.

Dura ayer como hoy. Toda mi vida

se exultó como hierba

en una grieta.





(de Aria Da Capo)








ALGO DE ALDO Y GLOTICA MIA



Yo estuve ahí

pero no vi las patas en la fuente

-me dijo-. Pero ahí estuve. Fugaz

se iba en la diatriba del dolor

injurioso y violento. Diávolo,

diábolo, diantre diamantado. Yo

estuve ahí,

me dijo. Joven,

desprolijo, pero joven,

desordenado pero joven, cuando ahí

estuvo. Y no había Dios,

y no hay, y no habrá. Un ángel

malo, puede ser

que hubiese. Pero no un Dios, mas

sus reses, quizás. Yo no era

un eral, pero era

joven y ahí estaba. La gleba

y yo, siempre. Siervo

de la tierra sí, aterronado sí,

simiente y seminal sí, pero

nunca vendido ni vencido

en la mente donde todo se gloria

según se glosa. Yo

estuve ahí

pero no vi las patas en la fuente.





(de Aria Da Capo)







ALBA


A Francisco Madariaga, in memoria

I


Esa corteza blanca, lisa y hendida, buena

-aunque sea inflexible-. Esos tallos prudentes,

esas ramas serenas porque tienen espinas y

no han herido a nadie con intención, arteras. Hoy

son como mis manos que parecen vacías.

Un pequeño poema traducido del persa.



(de Aria Da Capo)






MEDIODIA



II


La paloma, leve en la rama seca del aromo,

no sobre la hierba fresca ni cerca

de las prímulas rosadas. Quieta

dibuja una parábola. La de Claudel. Animus

y Anima. Esa zona profunda, esa punta,

ese centro luminoso en mi adentro vacío, y dicho

así de paso, por encima, apenas

sacudiendo la maleza de mi cráneo: me llena

nuevamente de esperanzas, de cierta fe

perdida en sacristías. La paloma apoyada

sobre el sentimiento de la grandeza

del alma, en la mística

que me devuelve la fuerza, el desafío

vacilante todavía, pero bastante fuerte.

Desafío a la muerte, a los impíos.





(de Aria Da Capo)







CREPÚSCULO




III
A esa hora que la claridad disminuye su luz

igual que las luces de la cárcel

cuando la corriente pasa por la silla y es

tarde para lo no vivido para la vida

dividiéndose en partes calcinadas: quedos

restos de nada y todo envuelto

en epidermis suave, estremecida. A esa hora

de vida aún no vivida

trazo una línea larga y recomienzo

como de tilos, alineados, densos.



(de Aria Da Capo)






VIOLA DE AMOR



El trémolo del cristal. Otra vez

en la noche lo escucho temblar. Y sé

que bastaría buscar en la vitrina

para que su respuesta de amor acabara

siendo sólo un fenómeno acústico.

Para mí que te busco, todavía,

en la caja donde resuena muriente

y me corto los dedos con la triza. Para mí,

que conozco el sonido de la mutua

atracción de dos cuerpos

capaces de vibrar al unísono. Breve

será. “Afuera llueve”. Y una copa

se ha quebrado.



( de Aria Da Capo)







MEETING



Bastó vernos por un instante para saber

que nos habíamos amado antes

del primer pogrom y ardido

por última vez en el horno

que nos unió para siempre

en una misma llama. Bastó

esa mirada, ese gesto

que se calcinó

y ascendiendo

indefenso humo negro

de carne inseparable

aún palpitaba.



Orgasmo de ceniza, más

lo remueve el tiempo, más

lo atiza.





(de Citas)







ELEGÍA PARA JUAN MANUEL INCHAUSPE





Leva en la mirada oscura, navega

el pensamiento en la arruga del ceño, ceñida

como una vela al viento

la cabeza de Juan

en el perfil izquierdo de su cara.

La cabeza apoyada

sobre la mano derecha que rodea el mentón, el candado

del pelo de la barba, la herida

de la boca encerrada bajo el bigote. Alta.

La mano alada eleva la cabeza, la alza

por encima del cuello,

del cogote —como él decía—

sin perder la elegancia, en la elegía

de una vieja conversación: cerveza santafesina

en la mesa de la amistad tranquila, la mesa clara

de Saer y de Juan, en otra foto.



Pero en ésta leva una luz. La luz

de una expresión infusa en los sesos, del peso

inexpresado de eso en la mirada. No

el reflejo de un foco, ni el haz

que se astilla contra un cristal, detrás,

contra su nuca. No.



Una luz en la pupila, un punto iluminado, un asunto

rodeado de pura luz en la oscuridad de sus ojos. Algo

como el alma que no sabemos, el fuego que no inventamos,

el veneno vencido con el mismo veneno. Eso.



Misterio escayolado que en los huesos queda

y fulge en la osamenta su “furiosa estrella: Arturo,

el Centauro, la Osa....” nombres de fuego

dictados a otros hombres, dijo Juan. Acordado,

fiel

al eco de su voz, dijo: “Combate” y

“Trabajo”. Las palabras, de pronto, anclan

en su cabeza

donde la araña trama

la tela tensa del poema: “Que sea

la frialdad de los otros

lo que ha venido aquí

envolviendo mi cabeza,

empujándome.

¿Qué importa?”



¿Qué importa ahora

la cabeza de Juan, el medio cuerpo

en blanco y negro, el botón de la camisa,

la sortija de un mechón de cabello

apretado a la sien. Un recuerdo de él

en los diarios...?



(No vivió para eso sino para los besos, los labios

que fueron sueños, sudarios, mortaja fluvial de los sueños,

epitafios de tantos, Tuñón) :



“Todo arde”

Mi cuerpo solo en el desierto del colchón

donde siento que la muerte me abraza

más amorosamente que la vida. Para decir

estuve, estuve en tal pasión,

en tal recodo...



También, Juanele, el Juan

-para los íntimos- en esa fotografía

tomada por Courtalón,

sobre mi escritorio, me abrazaba

en su guía

como el faro que atrae a la tormenta,

y la ilumina, la enfrenta claramente

a los ojos. Esa luz. Y el despojo

de todo eso. La poesía, la vida. Aquello

de la creación que Saer definía como un complot: el lugar

donde se está montando una bomba.... Una bomba

montada en el corazón de una esquina

en la que Juan José te cuenta:

para escribir El limonero real tardé nueve años

y a Cicatrices lo escribí en veinticinco noches... Esa luz

que no luce, que vela la rebelión, la pelea

velada del cuerpo. El apareo

de ese goce que nace del roce fugaz, de la “rosa real

de lo narrado”. Como

cruzar a nado el vientre del Paraná

partido en dos por un trueno. Por

el filo calado del lamparón.

Y el ruido en el que se quema el río, es música....



(Esa luz, esa acústica. Un sonido abandonado al oído.

En el caracol del oído donde suena esa música. Esa

que no llegaba nunca y cuando llegaba

era seda acordada, cuerdas de un laúd magnífico. El oficio

y el arte, Juan)



Ahora,

roza la eslora de tu cara el fluir. Aflora

igual que el ahogado a otra orilla, el recuerdo:

y vive allí,

no en la mano amputada de aquel amor,

no en el abrazo de tu palabra camarada, sino

en el muñón enamorado de esa palabra.

Aquello

embelesado en la luz, atravesado por la luz

que leva en tu mirada, que navega

en esa luz primera y última: llama del ser

que fue de luz, ultimado

por ser de luz. Ahora



Se incendia

en la fugacidad de otra tarde, todo. “Todo

arde”, Juan. Porque esta hora

de decepción, que alimenta la rosa del porvenir

se pierde. No se besa. Se muerde

el amor. Se devora, se hurta, se harta. Se atiza

para morir de su fuego. Como el árbol del alcanfor, Juan.



Su llama no deja ceniza.



(Noviembre 2005, Mención de Honor Fondo Nacional de Las Artes, 2006)







(*) Concepción Bertone: Nació en la ciudad de Rosario (Santa Fe, Argentina) en 1947. Es poeta, ensayista y crítica literaria. Fue coeditora de la revista literaria CUADERNAS, junto con Armando Vites y Héctor Píccoli. Ha publicado: “De la piel hacia adentro” (poesía, Rosario 1973). “El vuelo inmóvil” (poesía, Ediciones la cachimba, Rosario, 1983); “Citas” (poesía, Ediciones bajo la luna nueva, Rosario-Buenos Aires, 1993); “Aria Da Capo” (Ediciones del Dock y Revista de Poesía La Guacha, Buenos Aires 2006); “Las 40” (Antología que reúne a tres generaciones de poetas vivas de la provincia de Santa Fe, en preparación editorial por la Universidad Nacional del Litoral). Ejerce la docencia transmitiendo su experiencia en el trabajo con la palabra poética, dicta cursos y seminarios sobre poetas argentinos e italianos. Reside en su ciudad natal.

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