viernes, 26 de febrero de 2010

Poemania Nº 124 - Genoveva Arcaute

POEMANÍA

la manía del poema…

Hoja literaria de aparición virtual

Nº 124/2007





“Dejar el poema sin terminar es a veces

parte del poema, tiene que ver hasta

con una concepción filosófica de

la poesía”

Luis Luchi







Poeta invitada: GENOVEVA ARCAUTE (*)





Todas somos Frida



Todas somos Frida

Dijo la filósofa

Se sacó la camiseta

Y mostró una cicatriz

En el lóbulo frontal

(las mujeres lo tienen en el útero,

piensan con el vientre

y juzgan con la entraña)



Dijo también que todas

Nos pintamos un rostro

Sobre piel o sobre tela,

Unas cejas, un bigote, unas trenzas

Que desmientan

El frágil cascarón que queda abajo.

Y unos trajes de colores que disfracen

Esos huesos tan faltos de glamur

Con sarapes enroscados

en los muslos, los hombros, la cintura.



Todas somos Frida.

Con un Diego

Tan feo como un sapo veterano

De ojos grandes y párpados hinchados

Vientre lleno y falo indoblegable,

Haciendo juego.



Todas somos Frida.

Con espejo incorporado

Que vigila las poses del modelo

En la cama de hierro de unas vísceras

Constantes en la alarma del quirófano,

Unos senos que amenazan con tomías

Y obscenas ortopedias.



Todas somos Frida

Cuando vamos a nuestro vernissage

Con la cama puesta en ambulancia

Para discutir los tropos y las formas que creamos.

Todas somos Frida,

cicatrices y cenizas.







Lluvia



Mientras lloran las cuerdas de mi garganta

Aguanta el cielo un toldo, inminente, oscuro y ominoso.

Ya llovía antes en mí, en mi cuaderno

Mis ollas y mi suéter, que acabo de doblar

Con sus húmeros lisos en la espalda.

Sobre su cuello volcado.

Mi cabeza llueve una garúa helada y en el cielo

Los pájaros caen, por vencidos, como cáscaras de fruta

Como medias en par que enrollo fláccidas.

Las cuerdas son ahora un cello lastimero que no mueve mis labios.

El cielo arría su estandarte negro

Y en los pliegues se dibuja el fuego.

Entre mis frontales, el alma de la caja

tensa unos cordones venosos por afuera.

Es la angustia que aún llueve

En los patios las alcobas los armarios,

Debajo de las mesas y las sillas,

Adentro de los libros y las cartas, en las máquinas de hablar

Y en la harina, el arroz y las lentejas.

Las macetas desbordan su copa de tierra y salpican mis pantuflas.

Ya no hay silencio o música

Solamente y por las comisuras del patio embaldosado

Agonizan canaletas y rejillas un barrito baba

color de hoja café.







La niña de Reynolds



La niña de Reynolds viene a visitarme desde su sueño al mío.

Lleva en sus brazos un cachorro,

Es la hija muerta.

¿Quién ha puesto en sus manos ese animal?

No nosotros.

¿Y quién la ha vestido así, con ese lujo?

Tomo entonces la lámina y hago un rompecabezas.

En las otras caras hay:

Un niño

–creímos que sería otro varón-

Un príncipe,

el que nunca la tendrá

Ella misma, a los trece, vestida para fiesta,

Ella también con un cordero,

-muerte en la inocencia-

Y tres damas con peinado alto,

Las que cortaron el finísimo hilo de su aliento.



Yo sólo soy la mano que encola los pedazos

Y lija los cubos de madera.







Ratonera



La casa-ratonera ha quedado limpia:

En un cajón del armario están tus huesos

Y en el otro los míos.



Los pelos que perdiste, los pelos que perdí,

Debajo de la cama son un animal manso y cariñoso

Que nos despierta a las mañanas.

Las uñas que nos cortamos

son una inmensa cáscara de huevo en el jardín que a todos maravilla.

Y nuestros jugos, evaporados,

Una mancha profunda en el colchón

para escándalo de obispos y mucamas.

Muchas rejas arrenglonan las ventanas según nos aconsejan,

Y en las horas vivas y en las horas muertas

Reviso los álbumes para aspirar, con aullido de sirenas

Los rostros del pasado –así no vuelven-



Ya planché las paredes ya fregué las lechugas y enceré los toallones

que dicen you y me.

Ya me toca la siesta,

nuestro perro, olfatea mis axilas con cariño

Y se recuesta tibio, en tu almohada.



A tu regreso, serviremos

copas de jabón con granos de mostaza y liquidámbar.

Un aperitivo, después de las noticias.

Y en la alta noche ¡clap, clap, clap!

Saltan los resortes, los alambres, el mundo convulsiona

Y por el pecho

(nos comimos el queso, ¡qué remedio!)

nos toma el artefacto, o sea el lecho.



De todos los ratones que pululan

Que fortuna, atrapada con vos





...



Nací de tu muslo, parida mayor

Y fue mi placenta tu hueso de andar, de varón.

De mi frente, mis sienes naciste,

Lactaste mi seso, leche espesa y gris,

llegaste de afuera a mi matriz.

Mi vulva te expulsó nacido

tantas veces. En tu infancia de hombre

fue vuelta, puerta, entrada y meta

Y mi infancia, al contrario

Fue la aguja imantada en el eje de sangre

En cuadrante de sábana y pluma

Señalando constante tu impuesto navegar.

Y los dos, malcriados,

Vos, el hombre, hijo de mi mente

Huésped de mi entraña.

Y yo, obra, idea, hija-esperma hecho poema

Al cincel de tu pulso

Carne-mármol rosada.

Niño, niña jugamos con eros la ronda del amor.





La estética



He dejado mi cuerpo en condiciones:

Empecé por afuera,

Con un guante de esponja apenas húmedo,

Exfolié mi piel centímetro a centímetro

Pliegue a pliegue hasta encontrar abajo la piel del nacimiento.

Secretando un jugo delicado color rojo subido.

Quedó mi piel así, amniótica y juvenil

tuve que ocultársela al sol por su inocencia

aunque las arrugas estaban aún,

Exfoliada, como un árbol sin corteza y casi sin ramaje

(me podé casi al ras)

Puse talcos que cicatrizaran ahogando los gritos

Con trapos furacínicos.



Sólo entonces, después, pensé en los alimentos:

Busqué todas las dietas,

La dieta de los pájaros, sin tener su pico

Masqué su mijo, su alpiste y sus piedritas de maíz.

Fui también tibetana

El cordero y el té

(el té lo tomaba, el cordero me miraba)

Y tapaba mi cuerpo con géneros enormes.

Mi voz se fue afinando, con colores de trino,

Canté así melopeas, endechas y vidalas.

Nada le decían a nadie que me oyera.

Entonces cambié mis recetas

Hice pastas de cereal, mastiqué el amaranto minucioso

La quinua delicada,

Amasé la harina, lavada con el agua, la herví, hice un rollizo

Oscuro, nutritivo y puro.

Me echaron de la casa, enloquecí,

Por entonces ya había ensayado

Los confites de pollo y el chocolate de hígado.

Todos los trucos los truqué,

Buscaba qué sé yo qué esencia en pastillas de bacterias

Con la leche común, bien machacadas.

Hice jugo de almendras, de soja,

de maní, de habas y de arroz.

Hice queso con la leche de lentejas,

de garbanzos, de soja y de maní.

Mi cuerpo ya era por entonces un elegante esqueleto de mujer

Una línea de historieta con su proporción

En las dos dimensiones de la hoja.

Algunos que poco me querían auguraban males terminales

Pero yo casi conforme

Excusaba el trabajo y los hijos y los viejos

La edad y los achaques

Todo en cruz.

Mi rostro se afinaba, la nariz se convirtió

En un filo de navaja,

Y la punta redondita de insolencia infantil,

Se desvaneció por siempre.

Mis muelas apretadas de mascar los granos

Y garrapiñadas se agarraron,

Ya no podía silbar.

Figurín delgado, triste opaco, percha de la moda,

Corazón sin grasa.

Ya no sé quién soy, nadie me conoce…



No se muere de amor, pero es por poco.





Me nací



Me nací,

Y fue de esta manera:

Tomé cuatro crayones

Y me apuré en los trazos

-la tosca facha que se ve-

En el teclado urgí una melodía

De cuatro tonos grises.

Con el rostro usé jabón

(del neutro) y guante de crin

En las ojeras.

Me tiré de cabeza contra la pared

Para ver si estaba viva

Pero no podía largar el llanto.

El vagido fue, pues, un aullido

Más bien hacia el ocaso

Por el este de un púrpura atenuado.

En el espejo

Imago que interroga sin respuesta

¡bautismo!

Larva fina que no adivina rostro me nací,

Me faltó el nombre.

Entonces,

Me arrojé al agua de sal

Para ser hija de alguien

Y conocí las lágrimas

-palabra del padre-

Me ungí luego con grasa de sartén

Usada muchas veces

-la más pura- apuros de matrona.

(ningún sacerdote aceptó hacerse cargo

Habráse visto, de mujer)



Ahora trato de acordarme

De un útero guarida

Oscuro fresco tibio iluminado

Lacustre marítimo fluvial,

Amniótico hidratante

Agua en torbellino, fuente de la magia…

No recuerdo.



Por eso, sin madre

Me nací

Me puse un nombre que no existe,

Me vestí con ropas blancas para el óleo de la frente

Y de negro para el óleo de los pies

-ir ganando tiempo-



Ayer mismo me nací, todo el mañana.





(*) Genoveva Arcaute: nació en La Plata (provincia de Buenos Aires, Argentina) en 1953. Es egresada de Humanidades, Letras, traductora de francés. Publicó algún trabajo crítico que ha sido premiado, pero es en realidad humorista. Colaboró en “Humor registrado” -consta en el tomo Humor y la dictadura- durante diez años. Escribió y se representó teatro de humor de su autoría en las ciudades de La Plata y en la Capital Federal. Publicó una novela poética y tiene en preparación un volumen de poemas, los que -por el momento- deambulan en la red. Concurre a un taller con Alicia Genovese y coordinó el Encuentro Nacional de Escritores en la ciudad de La Plata.

2 comentarios:

Silvia Cuevas-Morales dijo...

Gracias por incluir una selección de poemas de esta voz tan original. Desde mis modestas posibilidades intentaré difundir la obra de esta poeta que recién acabo de descubrir. Un abrazo desde Madrid, Silvia Cuevas-Morales

Anónimo dijo...

No puedo creer que este leyendo algunos versos de Genoveva, fue mi profesora de Cultura y Literatura en el Instituto Padre Castañeda hace unos 8 años. Recuerdo tener una gran admiración por su basta cultura y conocimiento. Todavia hoy me acuerdo de algunos de sus comentarios agudos en clase. La voy a leer nomás...