viernes, 26 de febrero de 2010

Poemania Nº 140 - Roxana Elvridge -Thomas

POEMANIA

la manía del poema…

Hoja literaria de aparición virtual

140/2008




“La poesía es la música de los pueblos,

es la búsqueda del hombre,

es la oscilación entre lo real y lo imaginario,

es el irse deshollando vivo hasta volver a nacer,

con toda la pasión, con todo el fuego interior,

para contagiarlo, para propagarlo,

para ser una antorcha viva

en la noche del mundo...”

Elena Cabrejas





Poeta Invitada: ROXANA ELVRIDGE- THOMAS







VERANO



Se esparcen mieles densas por su cuerpo.

Derrama adormecidas infusiones,

espesa la sangre lentamente para luego aletargar a los mortales.

Pasta en los sudores que alienta,

bebe de la sed que explora pieles,

deambula por cordura enardecida.

Es sabio y cruel.

Goza el descaro, la impaciencia, el terror.

Ceba ira

seducciones

luego engulle a los caídos en sus garras.

Es ánfora de aceite donde escalda a los endebles,

Lengua que pasea su sequedad entre los pliegues,

golpe de vapor insospechado,

clamor que graba el aire de candelas al marcharse.

Al cabo de los ciclos volverá.





NÓMADAS



I



Algo les quema la planta, antes dócil hábito de arena.

Algo prende húmedas entrañas desoladas.

Algo interrumpe melodías.

Algo les recuerda que adolecen.

Y parten.

Dejan lo que es ya recóndita efigie, obelisco de indómitos umbrales que calcinan cada paso con su aliento.

Tierras arrasadas por la bruma que enceguece manantiales.

Buscan.

Cuecen ojos de difunto en la sal que se agolpa a sus espaldas.

Siguen el clamor de sus heridas, la senda abrasada en la que inmolan todo rastro.

Anhelan.

Emprenden con la marcha un nuevo rostro,

otro aire purifica las entrañas,

nueva carne da forma a los afanes.

Encuentran, a lo lejos, fértil territorio,

se amoldan al perfil de una mirada.

Creen que han encontrado el paraíso.

Un camino de luciérnagas se borda entre sus pliegues.

Algo les quema la planta.

Y parten.





(Para Gabriela Balderas)



II

Parten.

Surcan nervaduras de silencio.

Las guía esa antorcha que abrasa su entretela,

esa sed que no permite un instante de sosiego.

Labran la cantera con un bermejo acento desolado.

Parten.

Son llamadas.

Algo dota a la intemperie de vestigios.

Algo hace evidente ese abismo que se agolpa en las honduras.

Un sonido, un aroma, aviva un tumulto de rumores.

Punza una pregunta por los pliegues ¿qué hago aquí?

Mojan sus cabellos en apremio,

Engarzan a su aliento nuevos cielos y un lejano ensueño que suspenden los humores.

Parten.

Aromadas, inconformes, errantes.

Inundan su torso de calderas,

celebran su rastro sobre el filo que separa los terrenos.

Un presagio en colibríes conduce esa marcha alumbrada a otra quimera.

Bordan ahí nueva existencia.

Son felices.

Algo prende húmedas entrañas desoladas.

Algo interrumpe melodías.

Algo se quiebra.

Y parten.



(Para Blanca Luz Pulido)





MALGRAT



Bulle la epidermis como lenta bulle, por internos tramos, la zozobra.

Lejano el cuerpo de otras costas donde el mar es cálido y la arena frágil llama entre las yemas.

Lejano el lengüetazo de los cielos.

Sin embargo, la piel es atizada

y los sentidos

-cardos que atenazan la impaciencia-

emanan con su estela el argumento.

Dejarse embestir por esa fría caricia que inflama.

El cuerpo es una hoguera que escuece entresijos donde mora.

A pesar del vértigo que emana

de ese fiero ojo áureo.

A pesar de su presencia turbadora.

A pesar del viento.

A pesar del frío.

Malgrat el mar.





(Para Alejandra Castro)





MUJER QUE GOZA AL PENETRAR EL HUMO



Vierte al fuego las resinas.

Inunda el claro con vapores de maderos, secreciones, asaduras.

Se pierde en ese pliegue que se orada en la montaña al elegir los animales, las breas, flores, juncos, pulpas, raíces olorosas.

Danza jubilosa entre el humo.

Aspira.

Impregna los muslos, los pezones.

Siente penetrar por sus resquicios ese aroma que satura su delirio.

Regresa a la aldea cuando se ha extinguido la emulsión.

Pasa al lado de ese hombre que la embriaga aún más que sus mezclas vaporosas

y él se prenda del aliento que la envuelve.

Se entrega, rendido, a ese cuerpo ahumado, perfumado.







VOZ





En la roja mordida del viento,

en la arista que punza las yemas,

en la sangre vertida,

en la entraña aromada de incienso,

en el dulce tósigo hirviente,

en el pétalo, en la savia, en la cruel amapola.

En el ritmo que prende furioso,

en el lánguido hablar del oboe,

en el gozo, en el llanto, en el fuete certero,

en el bosque incendiado

llega, palpitante, hambrienta,

la voz que se cuela en el cuerpo,

que inunda memoria y sentidos,

que escuece caminos, que duele.

Que es un enjambre de peces lejanos,

que es parte del aire y la piel y los ojos.

La lengua espera su acero,

el oído pena por ella, muere apartado

de esa voz lejana y dulce,

en tuétano metida.

(Para Fernando Gómez Pintel)











CASANDRA



Debió saberlo al disfrutar la escena:

a su paso, en la cuadrilla, una yegua se desata.

Incendia el viento, enloquecida.

¡Libertad! Dijiste, ¡Fuego!

El fuelle interno, en su entretela, lo clamaba,

pero ella no aceptó el presagio.

La yegua es perseguida con saña por los jacos

cesa el trote hasta llegar al precipicio,

cae hincando cascos candentes al viento.

Nadie dará oídos a tu aliento, frenética virgen alumbrada.

Nadie advertirá en tus ojos asidero.

No posarás tu cabeza hasta expirar.

Quien rechaza al sol,

a sus arrestos desatando la piel,

a sus destellos insertándose en el pubis,

sufre punición de altos rangos.

Siendo esclava de la duda morirás.







ÍCARO



Afán por la inasible e insaciable pira.

Vértigo de espada ardiente que me imanta, arriba, más arriba, al centro mismo del embudo que embate el arrojo, la quimera, y doblega con un soplo los alardes.

Ímpetu doblado, vuelvo a la jugada.

Engaño al que dirige los ataques, celoso de mostrar algún secreto.

Solazo mi deseo con los atisbos de un cosmos alterno, henchido de misterios.

Ya gusto sus destellos, ya siento la escritura a otros vedada, ya vienen a hurtadillas sus rumores.

Dilatan maravillas mis anhelos.

Vuelca el tropel de aguijones la escasa ruina de mi cuerpo henchido.

Caigo, sí, pero ahora sé el secreto.











(*)Roxana Elvridge-Thomas: Nació en Ciudad de México (México), 1964. Estudió la Licenciatura en Ciencias Humanas en la Universidad del Claustro de Sor Juana y la Maestría en Literatura Mexicana en la UNAM. En 1990 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven “Elías Nandino”; en 1993 el Premio Nacional de Periodismo Juvenil “Elena Poniatowska”, en el área de Entrevista; en 1998 el Premio Nacional de Ensayo “El Privilegio de la Palabra (Instituto de Cultura de Yucatán) y en 1999 el Premio Nacional de Poesía “Enriqueta Ochoa”. Ha obtenido las becas del Centro Eurolatinoamericano para la Juventud (CEULAJ), de España, en 1993 y la de Jóvenes Creadores, del FONCA, en el periodo 1997-1998, ambas en el área de poesía. Ha publicado “Memorias del aire”, dentro del libro colectivo Labrar en la tinta (UNAM, 1988, poesía), “El segundo laberinto” (UNAM, Colección El ala del tigre, 1991, poesía), “La fontana” (UAM, Colección Margen de poesía, 1995, poesía), “Imágenes para una anunciación” (Casa Juan Pablos, 2000, poesía), “La turba silenciosa de las aguas” (UAEM/La tinta del alcatraz, 2001, poesía), “Fuego” (Lunarena, Col. Poetasdeunasolapalabra, 2003, poesía), “Xavier Villaurrutia …y mi voz que madura” (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2003, ensayo) y “Gilberto Owen. Con una voz distinta en cada puerto” (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2004, ensayo). Su poesía ha sido recogida en numerosas antologías en México, España, Canadá y Francia. Poemas, ensayos, artículos, y entrevistas suyos han sido publicados en revistas y suplementos culturales del país y del extranjero. En 2001 realizó la dramaturgia de La moza de cántaro, dirigida por Ignacio Escárcega. Asimismo, ha dirigido numerosos espectáculos teatrales en diversos teatros y espacios culturales de la República Mexicana. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte 2004-2007.

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