viernes, 26 de febrero de 2010

Poemania Nº 81 - Mario Verandi

POEMANÍA
la manía del poema…
Hoja literaria de aparición virtual
Nº 81/2007


“El poeta sobre todo escribe desde la carencia.
Se escribe desde un enorme hueco,
desde un vacío, por lo pronto un
vacío fundamental: el misterio de
lo fundamental, del origen...”
Jorge Ariel Madrazo



Poeta invitado: MARIO VERANDI (*)



PRODIGIOS


Un día de sol se hace con harina de maíz, con un aromo
de alta tensión, o con una
contraflor al resto de oros puros.

Un cometa se hace con una lengua en el amor; y el amor
con dos brasas
llevadas en alto hacia la muerte.

La noche se hace con un tordo,
con un pánico rapidísimo de tordos;
también con agua de plata negra;
la noche se hace con los dientes
lunares
desparramados en el lugar del accidente.

Un árbol se hace colgando un río,
o abriendo la jaula de los pumas verdes.

Y un pájaro, sólo uno,
se hace con todo el aire que pasa
y pasa en mil años por la mano entreabierta;
un pájaro, sólo uno.

Lo más difícil es hacer un hombre
con los despojos del disidente.




LOS SUICIDAS

A Lili Canals

Se acuestan un día como horizontes,
tejen redes inexorables, telarañas,
se hincan hacia ranuras
malignas que se les abren
súbitamente en lo recóndito,
conjuran llamas, oleajes, trenes,
preparan nudos claros como teoremas.

Planetas absolutos,
ni siquiera advierten nuestro
aturdimiento de efímeros,
la pululación de los gestos inservibles
alrededor de la rueca,
tan ocupados como están en
correr, volar, caer
decidida y vehementemente hacia el polvo
universal, cabellos, ojos, uñas,
en busca de la forma
primera, de los jugos
iniciales,
para empezar todo de nuevo,
como si nada hubiera sido dicho.





OBRERO EN BICICLETA


Ahora es posible comprobar la persistencia de tu espinazo,
hermosamente fluye como de una canilla que han olvidado cerrar,
tu vasallaje con el de las hojas, los animales y la alta fiebre.
Y la noche después, la noche, así sucede, con ellos
al abismo, la noche,
su pestaña importante venciendo a tu armadura;
y el invierno cardando lanas
en busca de tu corazón,
y la cresta fastuosa, el tremolar del verano:
y otro año cunde, nuevos cometas cejijuntos,
365 modos de congraciarse con el sol y la luna,
un año, cinco, diez, gastar la transparencia,
casar los hijos, sepultar los muertos,
así es la vida, así sucede,
oh llevado y traído en tu ola propia,
junto a los otros, bandadas, pianistas del pedal infinito,
con ustedes el polvo y las moscas de la tierra,
las ceremonias de la tierra que amamos hasta el furor.

Pero ay de aquellos que no barajan el aire ni lo ejercen
como himnos!
Pasan en autos mitológicos,
pasan en majestuosos ataúdes marcianos,
con sus perros azules que orinan y apagan las brasas
del crepúsculo nuestro de cada día;
pero sin el testimonio del cielo pasan,
sin la verónica del viento,
sin la lluvia que lava a fondo los apóstoles y las piedras.

Porque ciertamente el aire
te contiene con alegría,
te pasa la lengua como a un hijo suyo,
flameas en el aire, te esparce el aire
como a semilla, te publica
con su megáfono celeste,
y quedan de tu efímera velocidad
las cosas de tierra que duran en la tierra.

¡Y qué lastima que yo no tenga para saludarte
ni gorro frigio ni palco especial!
No se me ocurre nada más que un tango,
O acompañarte hablando de herramientas emocionantes,
de mi garganta enronquecida por el humo y el pueblo.

Pero aún así, mis dedos
clavados como agujas en la carne del mundo,
mis manos que amasan,
apartan tu viento blanco y negro,
y palmean tu exiguo trono de cuero,
y el toro que arrodillas por los cuernos,
el manojo de fémures que asumes al alba para dar batalla,
la radiografía piafante que asumes al alba para dar batalla,
las dalias aceitadas y la oruga vivaz.

Es preciso decir que el tiempo
comparte su comida con ustedes,
y alrededor es grande la sonoridad.




ORBITAS

2

Estalla el cielo
entre las hojas del agua, entre las hojas
verdes de la tierra en viaje:
el camalote florecido
pasa, sueño verde y azul, y ya pasó,
y nada hay en su fragilidad
que delate el poder
de su linaje invencible.


8

Esa pala rumorosa que ves hundirse en los tiestos
y en la tierra, esa repentina
campánula de frescor sobre los animales y las hojas del monte,
es la lluvia que, hasta ahora, guardaban
en sus odres los imperiosos días de enero.

Levantar la cara a los relámpagos y a las gotas
ha dejado de ser privilegio de los dioses.





TASAS RETRIBUTIVAS DE SERVICIOS


De tanto en tanto, por debajo
de las puertas, el correo
suelta mariposas azules, verdes, blancas
entre mortales desprevenidos
desentendidos de las aspas del tiempo.

De nada vale la inquisición,
clavarlas con alfileres, como a las ideas,
o someterlas al fuego como a la doncella de Orleáns:
interpretar sus tatuajes no es fácil para quien
se moja en el sudor de las caballadas, ni
para aquel que suele cantar
inmensamente al pie de los zorzales.

Pero, aún así, es dable advertir
en sus estelas funerarias
espléndidos helechos
adicionales, coeficientes de estallido
purpúreo,
cifras que vienen de la nada
y parten al infinito, sin explicaciones ni despedidas,
como visitantes cósmicos o cometas
errantes que desprecian
nuestra ansiedad terrestre, nuestra
musical turbulencia de harinas pálidas.

Es cierto, entonces: en alguna
parte de esta trama
deslumbradora, infatigables
alquimistas alertas ávidos
convierten en deuda mis tragos de agua
o ese poco de lámpara sobre el moribundo.

Y en este momento mismo, tal vez, mientras levantamos
sin claudicación nuestros pantalones o el arcoiris,
miríadas de seres transparentes están
midiendo y revaluando la
dulcísima superficie en la que amontonamos
memorias, árboles y las cáscaras
de nuestras conmovedoras metamorfosis.

A pesar de todo, veremos el día
siguiente, sus favores; porque aunque no se crea,
sobre la cabeza de los vivientes
aletean
ángeles de la guarda especial.




ARAÑA EN ÁMBAR


Hace 150
millones de años,
el pequeño ser
cazaba
sobre un tronco, en viaje hacia las nubes
inclementes, cuando
fue incluido en goterones de resina.

Es sabido que ni antes
ni después hubo piedad para los mares y continentes,
y la araña pequeño buzo perpetuo
con escafandra cristalina
minúsculo Ulises extraviado
atrapado en el instante mismo de su caminata estelar,
asistió a la erección de la vida contra
su alcázar transparente,
incorruptible animalito llevado en andas sobre pirámides,
imperios, llamaradas, hasta
la palma de nuestra mano, al sol
y a las nubes de este día de marzo de 1963,
en la silla gestatoria donde indemne
refulge,
colgado
de las últimas burbujas de su grito de socorro.



(*)Mario Verandi: nació en San Nicolás, (provincia de Buenos Aires, Argentina) en 1926. Cursó estudios de geología en la Universidad Nacional de La Plata. Profesor de geografía y Ciencias Biológicas. Director escénico del Teatro Independiente “Rumbo” (1957-1962) y del Teatro Estable Nicoleño (T.E.N.), desde 1967 a la actualidad. Como escritor y artista plástico, ha merecido numerosas distinciones y galardones por su obra. Fue miembro del reconocido Grupo Literario Bonaerense “Arroyo del Medio”. En el ejercicio de la cátedra ha producido diversos trabajos de investigación. Fue asimismo empleado judicial. Publicó los libros “Doce poemas” (en colaboración con los poetas Alfredo Omar Busch y César Bustos –Ediciones del Curupí, 1959); “Cuadernos del hechicero I” (Premio Publicación del Fondo Editorial San Nicolás, 1983) y “Cuadernos del hechicero II” (Premio Publicación de la Editorial de los Cuatro vientos, 2004). El Honorable Consejo Deliberante de la ciudad de San Nicolás, lo declaró ciudadano ilustre en el año 2006. Reside en su ciudad natal

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