POEMANÍA
la manía del poema…
Hoja literaria de aparición virtual
Nº 43/2006
“La poesía que uno va frecuentando y asimilando,
confirma cierta manera de ver, de mirar…”
Horacio Castillo
Poeta invitado: HORACIO JOSÉ LENCINA (*)
EL RIO
Hechizado por láminas amenas
estoy en ti como barranca erguida,
camalote o estrella sumergida,
río que dulcemente me encadenas.
Como un sauce de amor vuelco en tus venas
y en tu limo, mi voz agradecida,
o me voy con las aguas de tu vida,
gozando orillas de verdor y arenas.
He de seguir en ti como el paisaje
y las plantas de pájaros isleños
que en las flores encienden los sonidos.
Pues yo quiero hacer mío, tu mensaje;
sentir tu luz, tu música, tus sueños
y tu pulso latiendo en mis latidos.
HACER UN VERSO LUCHADOR, QUISIERA…
Hacer un verso luchador, quisiera,
para enfrentar al corazón malvado;
verso que tenga salto de pantera,
voz de huracán y temple de soldado.
Hacer un verso luchador, quisiera,
que a la injusticia tope, desbocado;
que arañe y muerda –fiera contra fiera-
o arremeta cual toro condenado.
Esa fuerza en mi sangre se diluye,
rastreando, en cambio, algún vocablo terso,
cálida esencia de mi pecho fluye.
Y, domado el torrente de las venas,
combato al daño, armado con mi verso
templado en manso fuego de azucenas.
LA CASA DEL ACUERDO
Esta es la posta de argentino viaje.
Aquí afianzó la patria su destino.
Me acerco a su pretérito camino.
Blanco y celeste amor es mi equipaje.
De cuarto en cuarto rindo mi homenaje.
Vieja tinta, raído pergamino,
huellas de fe, martirios y coraje,
rastrea mi emoción de peregrino.
Iluminado mi periplo cierro
en la cancela de historiado hierro,
con láminas de aljibe y añoranzas.
Altar votivo. Casa del Acuerdo:
fuego patrio es el fuego que me alcanzas.
¡Dios me demande si tu lumbre pierdo!
LATIDO
Mi latido no es solo esta pupila
llena de luz, o esta palabra cierta,
ni el trigal de la sangre que asimila
terrón y sol en la raíz alerta.
Ni es tan solo esta paz de agua tranquila,
ni oculta hiel sin compasión abierta,
ni azul sereno ni profundo lila,
ni el sueño que la rosa me despierta.
Polvo ha de ser mi labio que hoy te nombra,
pero habrá de latir junto a la huella
de tu latido mi latido de hombre.
Mientras tu mano esté sobre la sombra
de mi mano; tus ojos, en mi estrella;
tu voz: en la ceniza de mi nombre.
SONETO PARA UN JILGUERO
Yo debiera elogiar al buen vecino
que brinda alegremente a su jilguero
servido grano y sorbo cristalino.
Lo debiera elogiar, pero no quiero.
Yo debiera elogiar al prisionero
que paga con su canto ese destino
de aire cercado con alambre fino.
Lo debiera elogiar, pero no quiero.
Lo debería elogiar pero no quiero
porque sé que no es sino de jilguero
vuelo ovillado y enrejado fino.
Porque sé que si Dios le dio un camino
ha de ser el de un libre verdadero
que a cielo abierto canta su destino.
(*) Horacio José Lencina: nació en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina, en 1907 y falleció en la misma ciudad en 1981. Pasó gran parte de su vida en la ciudad de San Nicolás, donde formó parte del Grupo Bonaerense “Arroyo del Medio” de extensa actividad cultural en la década de 1940. Sus poemas y cuentos fueron recogidos, entre otros volumenes, en la antología “Vidriera de la útlima poesía Argentina” (editada en 1937, bajo la selección del poeta Andrés del Pozo); “Cuentos y poemas” editado por la SADE Filial Rosario en y “El cuento argentino” editado por la Dirección General de Cultura de la provincia de Santa Fe, ambos editados en 1938. En 1957 fue incluido en la “Antología de poetas del litoral” (dirigida y seleccionada por Felipe Zeinstejer). Publicó en vida un solo libro “Tiempo de escuela” en 1981. Obtuvo numerosos premios y galardones por su obra literaria, siendo publicados trabajos suyos en los diarios más prestigiosos del país. En el año 2000, Yaguarón Ediciones reunió en un volúmen una “Antología poética” de Horacio José Lencina, con estudio preliminar del Prof. Duilio José Cámpora y prólogo del escritor Miguel Angel Migliarini.
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